El ministro de Industria de Arabia Saudí, don Bandar Alkhorayev se ha paseado por Madrid con un chulería que ni tan siquiera se ha preocupado en disimular. Dos entrevistas, una en El Economista y otra en El Mundo.

En ambas, nos ha invitado a los españoles a invertir en Arabia, país que sólo posee capital pero escasa preparación y que, por tanto, necesita de Occidente para modernizarse. Pero como la antigua aristocracia romana, que necesitaba de esclavos instruidos que le enseñara a comportarse, los chicos del déspota Bin Salman exigen tres condiciones: que ellos manden en esa inversiones, que les vendamos nuestra tecnología y que les enseñemos a usarla a sus empresas locales.

Y todo esto no estaría mal si no se hiciera bajo la siguiente premisa: y sin rechistar, que para eso te pago. Además, habría que ver si un país acostumbrado, ya durante varias generaciones, a vivir en la opulencia, desde la cuna hasta la tumba, es capaz de aprender, porque el aprendizaje precisa actitud humilde de alumno.

Y mientras que sean las normas que imponen en su Arabia, no hay nada que discutir: se toma o se deja. Ahora bien, cuando los árabes emplean la misma actitud en casa ajena, por ejemplo en España, a lo mejor ha llegado el momento de pararles los pies.

¿Pretende Arabia comerse a Telefónica? ¿Y a la petrolera Repsol? Porque el ministro de Industria de Arabia Saudí, Bandar Alkhorayef, no responde a la pregunta de si piensa aumentar su participación en Telefónica o intensificar su relación con Repsol

Ejemplo: en estos momentos, si por algo es conocido el Gobierno saudí en España es por su inversión en Telefónica que oficiosamente -aquí la oficialidad sirve para poco- se trata de abrir las puertas a la inversión en España, crear puestos de trabajo y todo eso... para intentar controlar una empresa española en pleno funcionamiento... tirando de chequera y sin aportar otra cosa que noticias de prensa. Cuando los árabes compran acciones de Telefónica no están invirtiendo en tecnología en España están comprando tecnología española... que es distinto. Se me dirá que peor es lo de los chinos, que compran tecnología española, la copian e inmediatamente la convierten en patente china. Aún así, no sé por qué, la comparación entre árabes y chinos no termina de consolarme.

En su prepotencia, Riad, a través de su Fondo PFI, propietario de la teleco STC, ha invertido en Telefónica. La verdad es que, con su compra de derivados, se ha saltado a la torera la normativa y ha comprado en la práctica, según fuentes del mercado, cerca de un 15%. Oficialmente, empezaron comprando el 4,9% y ya se han encargado de filtrar que han pedido permiso para un 9,9%. Un avance, porque llevamos casi un año con esta fantasía morisca y los muy prepotentes ni habían pedido permiso al gobierno español, tal y como es preceptivo en una empresa estratégica.

Con esa décima del capital tendrían derecho a un solo consejero pero, también oficiosamente, se dice que han solicitado dos vocales en el Consejo de la Compañía. Criteria ya ha adelantado que si se les concede dos vocales o si la corporación pública SEPI se pide un segundo vocal, ellos harán lo propio.

El caso es que el Gobierno, a día de hoy, martes 22 de octubre (quién sabe si en el Consejo de este martes, lo anunciarán) aún no le ha concedido permiso a PIF-STC para su inversión.

Pues bien, a pesar de todos estos pesares, que son muchos, nos topamos con la chulería de don Bandar. Ojo al dato: "Si Telefónica gana dinero y pone las cosas fáciles, STC elevará su posición. Si es al contrario, no".

A ver si lo he entendido: nuestro pinchauvas pérsico, al que si el Gobierno español (¡un poco de dignidad, don Pedro, siempre cruel con el compatriota y servil con el extranjero!) quisiera, no podría superar el 5% de inversión en Telefónica y que, aunque comprara el 99% de la compañía, sin ese permiso no tendría derecho a ningún vocal, nos dice que, si somos buenos, si les hacemos ganar mucho dinero, a lo mejor, pudiera ser, es concebible, que invierta más en Telefónica. Pues señor mío, métase su dinero donde le quepa. Es más, márchese de Telefónica hoy mismo. No pasaría nada.

A ver, campeón, que no necesitamos que inviertas ni un petrodólar. Y encima no entras por ampliación de capital sino que compras acciones a alguien que las tenía. Telefónica ni gana ni pierde con ello. En el presente caso, ni tan siquiera ha ganado en su cotización.

Porque, oiga, la pregunta de fondo es más grave y el rumor cada vez más audible: ¿lo que pretende Arabia es comerse a Telefónica? Cualquiera diría que sí, aunque seguramente lo harán para hacernos un favor... y siempre que nos portemos bien.

Si el Gobierno español quisiera, los árabes no podrían superar el 5% en Telefónica y aunque compraran el 99% de la compañía, sin ese permiso no tendría derecho a ningún vocal en el Consejo. Pues señor mío, métase su dinero donde le quepa. Es más, márchese de Telefónica hoy mismo. No pasaría nada

Y luego está lo de Repsol, la primera petrolera española empresa que tiene un proyecto junto a los árabes en Euskadi y que se rumorea podría vender a Aramco parte de su cartera de renovables. Ahora bien, como se rumorea en el sector energético español, ¿no será que los musulmanes pretenden hacerse con Repsol? Uno día que la chulería de Bandar Alkhorayef, muestra tintes coloniales... y ya se imaginan quiénes son ahora los colonizadores... que, encima, sólo aportan dinero.

Mientras, nuestro nunca bien loado ministro Carlos Cuerpo promete renovar la norma antiopas de 2020. Pero esa es norma contra los europeos -se empleó contra los húngaros en Talgo- no contra los moros (moro no es ningún insulto, significa moreno, y así llamaban nuestros ancestros a los norteafricanos, por el color de su piel).

La guinda de la tarta: advierte el señor ministro de Industria de la autocracia árabe que Arabia puede mantener la estabilidad  en el mercado del petróleo. Pues no, de hecho lleva dos años intentando disparar el precio del crudo -y eso no es estabilidad, sino todo lo contrario- y no lo ha conseguido. Menos faroles, señor Bandar Alkhorayev. Riad ni ha mandado ni manda en el mundo del petróleo, aunque sea el primer productor mundial. Para bien del mundo. Mismamente, y no para el bien del mundo, Vladimir Putin pesa más en el mundo energético que el saudí Bin Salman.