Asistimos a un aumento del ‘desastre Puente’, ahora de viaje en Reino Unido para presumir del modelo ferroviario español (un tema que tiene bemoles con el caos ferroviario que hay... pero claro, para el ministro el tren “vive el mejor momento”) y para ofrecer la experiencia de nuestras empresas (esto sí está bien). Dentro del Gobierno se ha barajado la idea de fusionar Renfe, Adif y Talgo, como ha avanzado ABC, pero el ministro de Transportes ha negado dicha información y se ha amparado en la normativa de la Unión Europea (la cual exige separar al operador ferroviario del gestor de las infraestructuras ferroviarias). Y ojo, porque ni puede ni debe fusionar las tres empresas citadas (dos públicas y una privada -hasta ahora-), pero Puente se ha salido por la tangente y quiere que además Renfe se convierta en una especie de AENA: o sea, que deje de ser 100% pública y haya una parte que salga a cotizar en bolsa.

Vayamos por partes. Conviene recordar que fue el Gobierno del socialista Felipe González el que empezó a privatizar empresas que tradicionalmente habían sido públicas y el Gobierno del pepero José María Aznar el que culminó un proceso que afectó, entre otras, a: Endesa, Tabacalera (actual Altadis), Repsol, Telefónica, Seat, Argentaria (ahora dentro del BBVA) y Gas Natural (hoy Naturgy). También cabe referir la famosa anécdota de un ministro estadounidense cuando visitó España durante el franquismo y se sorprendió de que aquí las carreteras las hicieran la iniciativa privada y los coches los fabricara el Estado (a través de Seat), justo al revés de lo que sucedía en el resto de países.

Dejando a un lado este contexto, toca volver a la actualidad. El ministro Óscar Puente no debe optar por privatizar Renfe, sino por liberalizar todos los servicios ferroviarios: hasta ahora, sólo lo ha hecho en tres corredores de alta velocidad (Barcelona, Levante y Andalucía), ahora se prevé que en los próximos años lo haga también en los del norte,... y más adelante, se baraja que también sucederá con Cercanías y regionales (es decir, con los que son Obligaciones de Servicio Público... y que son deficitarios). “Vamos a plantearnos hacer de Renfe una AENA en no mucho tiempo”, ha referido el titular de Transportes y Movilidad Sostenible, aludiendo a la posibilidad de sacar parte del capital a bolsa, aunque no antes de cinco años. Ante este deseo de privatizar hay varios problemas: el proceso de expansión, que el Gobierno es juez y parte (regulador, operador y gestor de las vías -por esto último cobra un canon a los operadores -Renfe, Ouigo e Iryo, por el momento, pero la lista podría aumentar-)... y eso no suele gustar a los inversores, el hecho de que Adif siempre va a tener pérdidas porque hacer la infraestructura es muy caro y muy difícil de rentabilizar, y el tema de que el transporte es un servicio público muy sensible. Además, hay que tener en cuenta que hasta ahora no sólo Adif tiene números rojos, sino también Renfe. Eso sí, en ambas empresas ha habido cambios de presidente en los últimos meses: a mediados de septiembre, Luis Pedro Marco de la Peña (afín al PNV) llegó al gestor de infraestructuras y esta semana se ha confirmado el nombramiento de Álvaro Fernández Heredia como primer espada del operador, en sustitución de Raül Blanco (hombre del PSC).

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En el entretanto, el ‘desastre Puente’ también se puede ver en Talgo y se traduce en una ruina como operación empresarial y un fracaso como operación política. Hasta ahora, Talgo se le ha ido de las manos al ministro por puro sectarismo ideológico (por eso se vetó la OPA de los ‘ultras’ húngaros de Ganz-Mavag, aunque de cara a la galería se dijo que era por un tema de seguridad nacional) y al mismo tiempo se insiste en la intervención que tanto gusta al Sanchismo bajo la excusa de que su tecnología de cambio de ancho de vía la convierten en una empresa estratégica.

Ante el rechazo de los húngaros, se buscó al fabricante ferroviario checo Skoda pese a estar en pérdidas (y a su matriz, PPF Group) con la idea de forzar a Criteria Caixa a entrar en Talgo, pero no hubo suerte. Desde entonces, el Gobierno ha seguido buscando socios, como el fabricante ferroviario polaco Pesa o incluso el indio Jupiter Wagons, a los que ahora Puente abre la puerta a que puedan tomar participaciones minoritarias en Talgo. Al mismo tiempo, la mejor situada es la siderúrgica vasca Sidenor, a la que acompañarían tanto el Gobierno central como el vasco (a través de la SEPI y de Finkatuz), y el PNV también podría contribuir en el esfuerzo financiero a través de las fundaciones bancarias BBK, Kutxa y Vital (las dueñas de Kutxabank). No olviden que el propio lehendakari, Imanol Pradales, quiere que la sede de Talgo esté “en Euskadi” y no en Madrid; y su consejero de Industria, Transición Energética, y Sostenibilidad, Mikel Jauregi, ha señalado que “están a una” con el Gobierno central en la apuesta por un proyecto industrial para Talgo. Eso sí, se sigue presionando a Criteria para que apoye la operación... pero a esta no le interesa.

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Claro que el principal problema es que Sidenor ofrece 4 euros, por debajo de los 5 que Ganz-Mavag puso encima de la mesa,... y el fondo Trilantic (dueño del 29,9% de Talgo) quiere irse con plusvalía y pide el mismo dinero que ofrecía el consorcio húngaro. Recuerden que desde el pasado 1 de enero, Trilantic puede disponer de su participación a su antojo, sin depender de la familia Oriol y de los Abelló (con los que había compartido una sociedad -Pegaso Transportation International- que controlaba el 40% de Talgo). Ante este contexto, ¿por qué no compra el Estado la participación del fondo Trilantic... o el citado 40%... si en el fondo que quiere nacionalizar Talgo con la complicidad del PNV? A fin de cuentas esa intervención -e injerencia- sanchista ya se ha visto en otras empresas del Ibex, como Indra o Telefónica.

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