El coche eléctrico suma otro problema al alto precio y la falta de ayudas y de puntos de recarga: la OPEP prevé que la mayoría de los coches serán de combustión en 2045 / Foto: Pablo Moreno
Observen la viñeta, que una imagen, a veces, continúa valiendo más que mil palabras. El coche espera a que el tanque de combate reponga energía -llene su depósito de combustible- en una electrolinera o cargador eléctrico. El del coche, natural, se lleva las manos a la cabeza: sabe que su turno de recarga puede tardar una eternidad, porque el cargador eléctrico es lento y porque la energía que se introduce en el coche eléctrico dura poco.
Corre por la red y la viñeta tiene carga de profundidad porque revela la guinda de la tarta venenosa del coche eléctrico. Que en sí mismo no es malo, como no lo son las energías renovables, pero que se ha puesto en marcha con el habitual invertido con el que se ejecutan todas las políticas verdes, desde el desgraciado día en el que la ecología empezó a primar sobre la economía y en la que, por tanto, el planeta comenzó a ser más importante que el mismísimo ser humano.
En otras palabras, ¡estamos fabricando los coches eléctricos antes que las baterías eléctricas, que el cargador eléctrico… y que el reciclaje, costosísimo y ultracontaminante, de esas baterías eléctricas! ¿No es genial?
Es el mundo al revés del ecologista. Primero la ideología, luego la realidad. Así se logra destrozar la realidad y pervertir la ideología… y ya estamos preparados para dirigirnos todos al manicomio. Etapa vital que puede venir precedida de la ruina económica que, no sin razón, algunos califican de depresión económica, también mental.