Recientemente, tras dos años de conflicto (avivados por la proposición de ley de regadíos andaluza) ha llegado la paz entre Gobierno y Junta de Andalucía en Doñana, pero no es para celebrar porque supone insistir en el ‘sistema PAC’, es decir, en pagar por no producir. Ahora hay 9,4 millones de personas con restricciones de agua (en concreto, en Cataluña y Andalucía), pese a las lluvias, y los embalses están al 43,4% de su capacidad máxima, según los últimos datos. Por ello, hablar de regeneración y desalación de agua no es baladí, y la primera opción es la solución más sostenible y con un coste energético tres veces inferior.

En Andalucía, los embalses están al 20% de capacidad y hay cuatro millones de personas con problemas de abastecimiento, por lo que la sequía es el principal problema, junto a la sanidad, según refirió el pepero Juan Manuel Moreno en el reciente debate sobre el estado de la comunidad. Por ello, el próximo martes, el Parlamento andaluz aprobará nuevas medidas, entre ellas, la instalación de desaladoras portátiles y el traslado de agua en barcos si fuera necesario. Claro que también podría haber apostado por la regeneración.

En 2022, se reutilizaron 343 hectómetros cúbicos (hm3) de agua depurada; y ahora este recurso supone el 8,1% del agua suministrada y entre el 7% y el 13% del total de agua residual

El agua regenerada es agua residual depurada que recibe un tratamiento adicional, agua prepotable que se destina a: la agricultura (61,9%), riego de jardines y zonas de ocio (18%), industria (17,4%), limpieza de alcantarillado y/o baldeo de calles (2%) y recarga de acuíferos (0,8%). España es el segundo país de la Unión Europea que más reutiliza sus aguas, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En 2022, se reutilizaron 343 hectómetros cúbicos (hm3) de agua depurada, como recoge el XVII Estudio Nacional de Suministro de Agua Potable y Saneamiento en España; y ahora este recurso supone el 8,1% del agua suministrada y entre el 7% y el 13% del total de agua residual, según la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR). En Cataluña ya se reutiliza el 10% del agua depurada y permite destinar recursos de agua potable a una población que también está sufriendo la sequía y afronta restricciones.

Nuestro país es uno de los que más agua desalada produce en todo el mundo, situándose entre los cinco primeros en capacidad instalada de desalación y el primero de Europa, con 5 hm3/día y una producción real de 3,5 hm3/día para abastecimiento, riego y uso industrial, según la AEDyR, lo que supone el 10% del consumo de agua potable. En capacidad anual, el agua desalada asciende a 950 hm3, de los que las dos plantas desalinizadoras catalanas aportan 80 hm³.

Ante la actual situación de sequía, el 19% del consumo habitual de agua es superficial, 23% subterránea, 33% desalinizada y 25% regenerada

Si antes el consumo habitual de agua estaba ligado en un 95% al clima (74 % agua superficial y 21% agua subterránea) y en un 5% a la desalación, la actual situación de sequía ha llevado a un cambio: el 19% es agua superficial, 23% subterránea, 33% desalinizada y 25% regenerada. Dado el aumento de las dos últimas, hay que destacar que la regenerada es la solución más sostenible para preservar los recursos hídricos y garantizar el suministro, porque es constante, reduce la huella hídrica en un 99% y es un método para mitigar el cambio climático, pero cuando no es posible aplicarlo o no es suficiente, la desalación es la mejor opción. Eso sí, hay variaciones de coste y de emisiones: el coste energético de desalinizar es de 3,3 kWh/m3 y el de regenerar se sitúa en 1 kWh/m3, es decir, 3,3 veces inferior. Si atendemos al coste económico, el de desalinizar es de 0,55 €/m3 y el de regenerar 2,3 veces menor (0,24 €/m3). Y respecto al impacto ambiental, el agua desalinizada (con 0,92 tCO2-eq/m3) duplica a la regenerada (0,46 tCO2-eq/m3).

Nuestro país necesita más regeneración de agua y más desalinización, y para que este último método sea más barato y sostenible debería hacerse con la energía nuclear, que es barata y produce energía sin emitir CO2. Asimismo, también sería bueno atajar la desertización, con reforestación y ampliación de cultivos (el acuerdo entre Gobierno y Junta de Andalucía en Doñana que paga por no producir no lo favorece). Además, al hilo de la Cumbre del Clima que se está celebrando en Dubái (la denominada COP28) y que tiene entre sus invitadas a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que esta última se equivoca porque frente al cambio climático, no hay que consumir menos energía, sino producir más energía, entre ella de nuclear; y apostar por forestación, desalación, regeneración, etc.