El presidente del Colegio de Ingenieros Industriales de Valladolid, Iñaki Bengoetxea, y José Ramón Perán, colegiado por Valladolid, director de Cartif y profesor emérito de la Universidad de Valladolid
Ante la crisis profunda que vive el sector del automóvil en España, que persiste como se ha visto en 2021, que ha sido otro annus horribilis, conviene escuchar a los ingenieros industriales. En concreto, lo que señala un informe elaborado por la Comisión de Transportes del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales: la tecnología del coche eléctrico “no ha alcanzado la madurez suficiente” como para sustituir al vehículo convencional de motor de explosión y que el diésel moderno es eficiente. ¿Lo habrá oído Ribera? Seguramente no, pero debería… claro que ella prefiere el fin del coche de combustión (ahora fijado para 2040, aunque con pronósticos tan largos puede que para entonces estemos todos calvos).
José Ramón Perán, colegiado por Valladolid, director de Cartif, profesor emérito de la Universidad de Valladolid y coordinador del citado informe, ha referido que “el coche eléctrico poluciona menos y es más apto para moverse en áreas urbanas, pero contamina igual o más que el diésel desde el punto de vista de su impacto en el cambio climático”. ¡Ole! Y es que para medir dicho impacto se debe tener en cuenta el ciclo completo de vida de este tipo de vehículo: desde la mina de la que se extraen las materias primas (litio, entre ellas), hasta el reciclaje de cada uno de sus componentes.
Los ingenieros industriales estiman que hasta dentro de diez años no se producirá previsiblemente una utilización masiva del coche eléctrico, ya sea propulsado por baterías de litio o por células de combustible alimentadas por hidrógeno
Perán también ha mencionado las dificultades que tiene el coche eléctrico para su desarrollo, pues en España, los 100% eléctricos sólo han tenido una cuota de mercado del 2,68% en 2021, con 27.769 unidades vendidas (+37,8%). Entre las limitaciones están: encontrar algunas materias primas (litio y otros componentes de las baterías), la autonomía, la ausencia de una infraestructura adecuada de ‘electrolineras’ o “gasineras” para hidrógeno, o que no se sabe cuál será el destino final de las baterías inservibles y que aún no se ha encontrado un reciclaje óptimo de las mismas. Y a todo esto, hay que añadir el elevado precio de estos vehículos… y que la mayoría de las baterías se fabrican en Asia (Europa, otra vez, se ha quedado atrás).
Por todo esto, los ingenieros industriales estiman que hasta dentro de diez años no se producirá previsiblemente una utilización masiva del coche eléctrico, ya sea propulsado por baterías de litio o por células de combustible alimentadas por hidrógeno. Esta última tecnología no poseen las limitaciones de autonomía ni de tiempo de recarga, pero su desarrollo tecnológico y comercialización están todavía muy retrasados... y a ello se suma el precio del hidrógeno, que es aún muy elevado.