Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión Bancaria Europea del Banco Central Europeo, culminará su mandato a finales de año
La intervención del Popular, hace ahora un lustro, fue un ensayo con fuego real del sistema de resolución bancaria ideado en Frankfurt tras la crisis financiera de 2008. Fue un desastre, como hemos comentado insistentemente en Hispanidad, y prueba de ello es que no se ha vuelto a utilizar a pesar de los intentos del BCE, por ejemplo, con algún banco italiano.
Así las cosas, el BCE ha dado un giro y ahora su modelo consiste en intervenir al banquero y no al banco. Es lo que se desprende de la entrevista a Andrea Enria publicada este miércoles en Expansión. Ahora bien, el presidente del Consejo de Supervisión Bancaria del BCE no se moja ni en la ducha. Por ejemplo, asegura no poder tomar “medidas drásticas por el hecho de que un banquero forme parte de una investigación preliminar”, pero el BCE tampoco puede “esperar a una sentencia final para intervenir”.
Es decir, banquero imputado no es igual a banquero cesado, pero el BCE tampoco puede esperar a sentencia firme. O sea, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
El problema del BCE es que no se decide entre el modelo Lehman Brothers -dejar caer a los bancos quebrados- o el modelo Bankia de rescate bancario,es. en el que pagan todos los contribuyentes. En algo sí hay unanimidad: los depositantes no deben perder sus ahorros. Son los accionistas los que deben pagar el pato. Efectivamente, pero solo si el banco está realmente quebrado.
Porque el BCE corre el riesgo de invadir la propiedad privada. ¿Hasta qué punto se puede intervenir un banco mientras los propietarios respaldan lo que hace? Por ejemplo, el Popular, que valía 1.300 millones de euros en bolsa y tenía un patrimonio neto de 11.000 millones, según los peritos del Banco de España, pero fue entregado al Santander por 1 euro.
El modelo Bankia de rescate bancario no se volverá a repetir (menos mal) ni el modelo Popular (menos mal), ni se aplicará en Europa el modelo Lehman (qué lástima). La alternativa, intervenir al banquero.