El problema de Indra es que no hay una Indra sino dos. Por una parte, está lo que llamamos división de Defensa, más pequeña pero con más margen... y que en Indra es algo más que defensa. Se encarga de aquellas cuestiones calificadas como estratégicas, aquellas que afectan a la seguridad nacional. No, no es una coña como lo del veto del ministro Óscar Puente con la OPA húngara sobre Talgo, vetada porque atentaba contra la seguridad del país, lo que ha sembrado el regocijo y el cachondeo por todo Madrid. Consideren que Indra puede producir el corazón del radar de una fragata de combate o de un cazabombardeo. Eso es lo que solemos entender por estratégico, aquello que muy pocos son capaces de hacer.

Existe una segunda Indra, la que hace aplicaciones, software, en parte ligado y en parte no ligado a la tecnología militar. Esta segunda parte es la que conocemos como Minsait y qué ha pasado de ser rémora de la compañía a convertirse en el vector que más ganancias aporta a la cuenta de resultados. Ahora bien, podemos hablar de un software de alta calidad y un software de calidad mediana. Podemos hablar de aplicaciones de alto nivel y otras que podrían hacer otras muchas empresas. En cualquier caso, las primeras pueden servir para competir con los grandes del sector, llámense Thales o Accenture. La segunda se compone de una selección de aplicaciones y programas que más bien sirven para cuando un BBVA, una Iberdrola o una Telefónica, esta menos, contratan a programadores de Indra en masa. 

Todo este preámbulo no resulta baladí, pues justo ahora, a la vuelta de vacaciones, el presidente de la compañía, Marc Murtra, ahora el presidente más ejecutivo a la par que hombre de confianza del Ministerio de Defensa en general y de Pedro Sánchez en particular, tendrá que tomar dos decisiones. Bueno tendrá que tomar muchas pero dos empiezan a urgir: la venta de Minsait y el futuro del CEO, José Vicente de los Mozos.

En primer lugar, Murtra necesita dinero. Es cierto que el presupuesto de Defensa de España está creciendo año tras año, hasta conseguir el objetivo marcado de gastar en armamento un 2% del PIB en 2030. Ahora está un poco por encima del 1%. Ahora bien, ese porcentaje es engañoso por cuanto el gasto real en Defensa representa una de los partidas-chicle de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Por ejemplo, la guerra de Ucrania, el apoyo de España a Zelenski frente a Putin, ha hecho que se dispare el presupuesto del Ministerio de Defensa, así como el de otras partidas, de otros ministerios, que también integran el gasto real en Defensa. Los expertos aseguran que, de hecho, este año 2024, seguramente ya alcanzaremos el 2% del PIB en gasto militar.

Ahora bien, eso de poco le sirve a Murtra. El presidente de Indra necesita un presupuesto previo, ya comprometido, para entrar a formar parte, como algo más que un peón, en la futura industria militar europea, esa que no depende de una guerra concreta porque exige años de planificación. En este segmento, países como Alemania, Francia e Inglaterra nos llevan mucha ventaja. Por eso necesita que no le entretenga con vías paralelas, y peligrosas, como es el caso de Hispasat y centrarse en la Indra de carácter más estratégico. 

Para esto no le vendría mal obtener dinero con la venta del hoy floreciente Minsait, que ya hay quien valora en 2.000 millones de euros. 

Sí, Murtra necesita hacer caja con la venta de Minsait, una venta tan anunciada como no iniciada. Y es que el vendedor no lo tiene claro. De buena gana, Murtra enajenaría sólo una parte de Minsait y se quedaría con otra parte. Se quedaría con el software de alto nivel y vendería al resto. Naturalmente, los compradores no son idiotas y lo quieren todo o, al menos, lo mejor, no lo peor. Y tampoco están dispuestos a jueguecitos como el de una parte de Indra cotiza en bolsa y la otra no.

Ese es el gran dilema, pero aún queda otro: Murtra, un gestor ligado al PSOE difícilmente puede entenderse con un CEO como José Vicente de los Mozos, ligado aunque no tanto, al PP. Formalmente, ambos se respetan pero nunca serán amigos. 

Quiero decir que Pedro Sánchez entró en Moncloa el 1 de junio de 2018, hace seis años y tres meses. Hay mucha gente, también en Indra, que lleva un lustro entero esperando su caída… Y el tipo no cae, es de los que hay que matarlo y rematarlo... y ni así se muere. ¿Puede que el dúo Murtra-De los Mozos permanezca por mucho tiempo? Sí, puede, ambos mantienen una relación cordial. No amistosa, pero sí cordial. Ahora bien, cuando entramos en zona de tormenta mejor que la tripulación esté unida, muy unida.

Además, Murtra siempre podrá exhibir el espléndido comportamiento del valor en Bolsa desde que él está en el sillón presidencial.

Hasta aquí lo importante. Lo urgente es tomar decisiones. De esas decisiones dependerá que Indra se convierta en uno de los alfiles de la industria de defensa europea y de la alta tecnología o que se convierta en una asesoría informática más. De esas hay muchas y dan para lo que dan. 

Ojo, porque si algo molesta a don Marc es que le metan prisa. Por ahora, le ha salido bien el negarse a tomar decisiones precipitadas. Lo que no sé es cuánto tiempo podrá seguir marcando los tiempos. Hasta pudiera ser que, en breve, y a pesar de que su poder sigue aumentando en la compañía, se le permita cualquier cosa menos justo esa: marcar los tiempos.