No le recibieron mal los eléctricos cuando Sara Aagesen fue ascendida a vicepresidenta del Gobierno. "Le conocemos, y está mejor preparada que Ribera", escuché a un directivo del sector. "Al menos es educada", comentaba otro alto cargo del IBEX, que utilizaba la pérfida comparación con los malos modos de Teresa Ribera y de su esposo, Mariano Bacigalupo.
Pero el crédito de Sara Aagesen se ha evaporado en meses. El martes durante la sesión de control al Gobierno en el Senado volvió a demostrar que es puño de hierro en guante de seda: responde a las preguntas con la expresión cansina de quien no soporta tanta ignorancia. Ella ama la ciencia y el saber científico consiste en secundar su política, naturalmente. Y sobre todo: ella está con los buenos, con los verdes, y todo aquel que no sea ecologista, no sólo es un ignorante, es un mala persona, un asesino del planeta... y como se sabe, el planeta es amigo de Sara desde hace muchos años.
Ella profesa la fe verde y nadie le moverá de su delirio ecologista que, para ella, no es una política, como lo era para Teresa Ribera, sino una filosofía. En plata, que Aagesen ha superado el sectarismo de Ribera y mira que le nivel estaba alto.
Además, a doña Sara le gusta más la burocracia que la política. Como el trato directo con los creadores de opinión se le da muy bien. Aagesen ha aprendido a utilizar la mejor arma propagandística del Sanchismo: la radiotelevisión pública, que conlleva un personaje sin escrúpulos ideológicos como es José Pablo López.
Así, puente de Semana Santa: RTVE atacó y machacó con dos mentiras. La primera, que el precio de la electricidad llegó a estar en cero euros... "gracias a las renovables". Hombre sí, pero gracias, sobre todo y ante todo, a la energía hidroeléctrica. Que sí, que es renovable, la más barata, pero no las más intensiva ni la que asegura el suministro.
Eso sí, la hidroeléctrica en España es un monopolio de Iberdrola, que en cuanto llueve se forra. Por eso Ignacio S. Galán está tan calladito últimamente.
En cualquier caso, el engaño no estaba ahí: estaba en que si a la gente le hablas de renovables, tras un lavado de cerebro que ya dura décadas, piensa de inmediato en molinillos de viento y huertas solares, no en pantanos de energía hidráulica, cuando lo cierto es que el precio de la electricidad bajó por las lluvias y gracias a esas cosas llamadas pantanos, que hizo un tal Franco y que a los ecologistas nunca les ha gustado mucho.
Sara Aagesen nos arruina, porque la carestía de la energía en España se ha convertido en la culpable primera de la desindustrialización del país. Pero, eso sí, nos arruina con mucha educación
Es más, la política de Ribera y de Aagesen pasa por destruir pantanos para que "el agua fluya libremente, ¡oh sí!".
La segunda mentira de RTVE era que las centrales nucleares estaban parando máquinas y España se nutría sólo de renovables, que habían ocupado el lugar de la pérfida nuclear y -eso no lo decían pero lo daban a entender- gracias a ello había bajado el precio. De este modo, ofrecían al telespectador la idea de que la nuclear es una energía cara, un embuste que tanto Ribera como Aagesen no han dejado de repetir durante 7 años de gobierno.
En primer lugar, las nucleares no pueden competir en precio con la energía hídrica porque pagan más impuestos a Sara Aagesen que las renovables, y cuando hay agua en las hidroeléctricas, efectivamente, la energía, de suyo, según costes internos, más barata de todas, que es la nuclear, acaba por no resultar rentable en términos comparativos. Quítenle los impuestos con los que usted, doña Sara, grava a las nucleares y verá cómo la energía que produce es más barata, y sobre todo más intensiva, que ninguna otra.
Considerando el funcionamiento del mercado eléctrico, hablar de energía cara o barata siempre es un espejismo. Pero, aún antes que baratura, la energía necesita capacidad de suministro y eso no lo ofrecen las intermitentes energías renovables y sí lo ofrece la nuclear.
Pero nada de eso importa a RTVE, el instrumento más manipulador del Régimen Sanchista. Así que, al final gracias a la abundancia de agua la locura de Aagesen consistente en cerrar las nucleares se ha hecho realidad.
No importa que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) se lo recuerde, ni que la Unión Europea (UE) regrese a la energía nuclear, ni que todos los expertos españoles hablen de posibles apagones y las poblaciones afectadas (empezando por Almaraz) que ahora le ven las orejas al lobo del cerrojo nuclear le digan a Aagesen que cese en sus postulados maximalista, más ideológicos que prácticos. Ella sigue a lo suyo.
Cuando Europa ha cambiado, y ahora dice que necesita la nuclear que, además, no contamina, al igual que necesita el gas y sus ciclos combinados y ya hay hasta quien se plantea la vuelta al carbón, Aagesen sigue soñando con escenarios bucólico-pastoriles y fomentando, con dinero público y sobre todo con el BOE, un hidrógeno verde que sirve para lo que sirve, pero que es un gas inestable que tardará décadas en convertirse en un combustible transportable.
Sin contar con la precitada mentira añadida de RTVE acerca de la carestía: lo que ha obligado cerrar algún reactor nuclear han sido los impuestos especiales de doña Sara Aagesen.
El sectarismo es el principal enemigo de la convivencia pero cuando el sectarismo se convierte en política y se encarna en una vicepresidenta del Gobierno, entonces no sólo estamos ante un problema de convivencia sino ante un problema económico de primer orden. Para entendernos: que Sara Aagesen nos arruina porque la carestía de la energía en España se ha convertido en la culpable primera de la desindustrialización del país.
Pero, eso sí, nos arruina con mucha educación. Y eso vale mucho.