Alemania inauguró la central de Datteln-4, en Dortmund, en junio de 2020
En el panorama energético europeo se dan unas cuantas paradojas en lo que a Alemania se refiere y cabe preguntarse si en realidad es tan ‘verde’ como le gusta presumir en la última década. Y es que el carbón es su primera fuente de generación eléctrica, además, ha elevado la producción de lignito y hulla -que son dos tipos de carbón-, mientras la de renovables ha bajado.
Desde 2011, recuerden que la entonces canciller alemana, Angela Merkel, impuso el deseo de un país ‘verde’ y empezó a marcar la senda ‘verde’ europea, pero se puede poner en entredicho la forma de hacerlo. Tras el incidente en la central nuclear de Fukushima (Japón) en 2011, Merkel decidió acabar con esta energía y cerrar su última central en 2022, a pesar de que no emite CO2, y no ha rectificado: acabó 2021 sin ser canciller (cargo que ahora ostenta Olaf Scholz), pero se produjo el cierre de tres nucleares y a final de este año se pondrá fin a las tres restantes. Pero al mismo tiempo, Merkel no sólo apostaba por mantener el carbón, que es muy contaminante al emitir mucho CO2, sino que decretaba su fin para 2038. Y en este escenario, España se situaba como la más tonta de la clase ecológica europea, pues se despedirá de su última nuclear será en 2035, tres años antes de Alemania diga adiós al carbón. De hecho, nuestro país tiene previsto cerrar todas sus carboneras antes de 2030 (actualmente aún hay cinco, pero la previsión es que reciban autorización para cerrar este año y sólo continuaría la de Es Murterar hasta 2026).
El canciller alemán Scholz ha anunciado planes para construir dos nuevas terminales de gas natural licuado (GNL) y ha reactivado viejas centrales de carbón para intentar reducir su dependencia energética del gas ruso tras la invasión rusa de Ucrania, pues Alemania sólo produce el 35% de gas que consume
Y más paradojas. Scholz presionó para que se incluyera el gas en la taxonomía verde europea y lo logró, y más tarde, ha anunciado planes para construir dos nuevas terminales de gas natural licuado (GNL) y ha reactivado viejas centrales de carbón para intentar reducir su dependencia energética del gas ruso tras la invasión rusa de Ucrania, pues Alemania sólo produce el 35% de gas que consume, según Bloomberg. En este contexto, algunas voces han puesto en duda el cierre nuclear, después de que Bélgica haya decidido retrasarlo, y el vicecanciller y ministro de Economía y Protección Climática alemán, y miembro del partido Alianza 90/Los Verdes, Robert Habeck, ha llegado a señalar: “Sabemos y hemos de admitir que en los últimos 20 años hemos maniobrado para depender cada vez más de las importaciones de energía fósil de Rusia”. Claro que ahora los esfuerzos “están dirigidos a reducir esta dependencia lo antes posible”, ha añadido, y además se quiere lograr la neutralidad en carbono en 2045 y adelantar el cierre de la última planta de carbón a 2030, algo que parece bastante difícil. Veamos por qué.
Empezando por los datos más recientes se puede ver que el puerto alemán de Hamburgo ha sido la principal puerta de entrada de carbón ruso, con 515 toneladas, lo que supone un importe estimado de 100 millones de euros. Le sigue, a bastante distancia, el puerto de Maasvlakted (Países Bajos), con 388 toneladas. ¿Es esto reducir la dependencia rusa?
Esto es una muestra reciente de que Alemania sigue siendo una moneda con dos caras: con una apoya el uso de las energías renovables en Europa, mientras con la otra no sólo sigue usando recursos fósiles que emiten gran cantidad de CO2 (por ejemplo, lignito y hulla), sino que aumenta su consumo en la producción de electricidad en un contexto de recuperación tras la crisis del Covid-19. De hecho, el carbón ha pasado de producir el 23,6% de la electricidad alemana en 2020 al 28,82% en 2021, según muestran los datos de un artículo de Our World in Data. Mientras, al mismo tiempo, la electricidad generada a partir de renovables bajó: sobre todo, la eólica, que pasó del 23,4% al 20,2%. Además, se ha incrementado la producción de electricidad a partir de combustibles fósiles, del 44,28% al 47,35%, mientras que la procedente de fuentes bajas en carbono ha descendido del 55,72% al 52,65%. ¡Ole, Alemania!
Y todo ello, pese a las notables diferencias en capacidad instalada. Lidera la solar, con 58,4 gigavatios (GW); seguida de la eólica terrestre, con 56,3 GW; el gas natural, con 30,5 GW; la hulla, con 23,7 GW; y el lignito, con 20,3 GW; entre otras. Es decir, 44 GW de capacidad instalada en carbón, según un artículo de Clean Energy Wire.
Y por último, en las cifras de producción de bruta de energía (no sólo para electricidad) también se puede ver el aumento del carbón, a pesar de la apuesta renovable. Las energías renovables han producido 238 teravatios hora (TWh), lo que supone el 40,9% del total; seguidas del lignito, con 108,3 TWh (18,6%); el gas natural, con 89 TWh (15,3%); la nuclear, con 69 TWh (11,9%); y la hulla, con 54,3 TWh (9,3%); entre otras. Además, conviene destacar que el mayor consumidor de la energía fue la industria, con 203 TWh, seguida del comercio y los servicios, con 145 TWh; y los hogares, con 126 TWh; y el transporte, con sólo 11 TWh.