Christine Lagarde, gobernador (me niego a llarmarle presidente) del Banco Central Europeo (BCE) ha reducido el precio oficial dinero en Europa en 25 puntos básicos -centesimales- lo ha situado en el 2,75%. Hace dos días, su colega Jerome Powell, de Reserva Federal norteamericana, advertía que no ve claro lo de la inflación y dejaba el precio oficial del dinero en el 4,25. Es decir, 1,5 puntos de diferencia entre Europa y Estados Unidos: parece excesivo. 

Además, Lagarde advierte que el precio oficial de dinero debe bajar hasta el 2% a fin de año porque la inflación a finales del presente años estará ahí, en el 2%. Fue muy distinta la anodina rueda de prensa de Jerome Powell, al que no le ha gustado que Trump haya ganado las elecciones y que en cualquier caso, asegura que la inflación aún no se ha marchado. Lagarde, insiste en que la economía europea está muy débil y, pronto, necesita dinero barato. Un argumento urbanita que se ha quedado envejecido por manoseado.

Otra vez: a lo peor, el error lo cometen ambos: Lagarde y Powell. A lo peor, esta inflación no se combate con tipos altos sino con más producción y menos ecología. Perdón: menos sostenibilidad.

Porque esa es la cuestión: la ecología nos ha automutilado y la reducción global de producción, como consecuencia de la tiranía verde, conlleva, según la inexorable ley de la oferta y la demanda, no hace otra cosa que aumentar los precios... sea cual sea el precio del dinero.

Además, reducir el precio del dinero sólo sirve para fomentar la irresponsabilidad de tantos gobernantes que, por ejemplo en Europa, compran votos cautivos con deuda pública... y el que venga detrás que arree.