Toyota ha dado marcha atrás en su apoyo al lobby LGTBI, tal y como informó hace unos días a sus 50.000 empleados en EEUU, mediante un comunicado interno. El giro del primer fabricante de automóviles del mundo es muy significativo porque la firma, hasta ahora, había apoyado a dicho lobby, incluso, manifestando su adhesión a leyes que promueven el cambio de género en niños, así como su rechazo a las leyes que prohíben esos cambios.

Toyota, además, patrocinaba campamentos LGTBI para niños, así como desfiles del Orgullo, dos actividades que cesarán a partir de ahora. También abandonará el Corporate Social Equality Index (Índice de Igualdad Corporativa), una herramienta que califica a las empresas de EEUU según el trato que dan a los empleados, consumidores e inversores homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgénero. En su lugar, la firma concentrará sus esfuerzos en la formación técnica de los empleados y en iniciativas para mejorar la mano de obra.

Toyota no es la primera compañía que rectifica su política ‘woke’. Otras como Ford, Harley-Davidson, Jack Daniel’s o John Deere ya dieron el paso y dejaron de apoyar al movimiento LGTBI. En España se ha producido algo similar y muchas grandes empresas -también la banca- han rebajado su apoyo al lobby gay, ante la barbaridad trans, como adelantó Hispanidad.

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Sin embargo, el Gobierno Sánchez, por medio de una de las mentes más brillantes de su gabinete, sacó adelante una norma -martes 8- que obliga a las empresas de más de 50 empleados a tener un plan LGTBI para antes de 2026. La cosa terminará, ya lo verán, en que cualquier empresa que no se pliegue a las exigencias del lobby gay, será condenada, aunque en realidad no discrimine a nadie por ser homosexual.

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Por cierto, y al margen de lo anterior, Toyota anunció, primero en mayo y luego lo confirmó en septiembre, que no renovará su patrocinio al Comité Olímpico Internacional (COI), que comenzó en 2015 y tenía una duración de 10 años, por 835 millones de dólares. Y es que para el presidente de la multinacional, Akio Toyoda, las olimpiadas se han convertido en un evento “cada vez más político”. Esto lo dijo después de París 2024, los Juegos Olímpicos más ‘woke’ de la historia.