Reponerse tras el cerrojazo de la pandemia no está siendo nada sencillo para las empresas hoteleras en genera y para Meliá en particular. Pero no tanto porque el negocio no vaya bien -la actividad turística casi ha alcanzado el nivel precovid incluso con precios más elevados-, sino por la deuda que tuvieron que asumir las compañías para hacer frente al (obligado) parón pandémico.

Es el caso que nos ocupa. La compañía que dirige Gabriel Escarrer cerró el primer trimestre del año con una facturación de 396,1 millones de euros, un 45,9% superior a la del mismo periodo de 2022, trimestre todavía impactado por la variante Omicron. El Ebit, el beneficio operativo, alcanzó los 14,4 millones de euros y dejó atrás los números rojos del año anterior, aunque el resultado final fue de 500.000 euros de pérdidas, que mejoran en un 99,25% los 59,3 millones de pérdidas de marzo de 2022.

Menos positiva fue la evolución de los gastos, que aumentaron un 26,4% y alcanzaron los 312,1 millones de euros, sólo 84 millones menos que los ingresos totales.

Y así llegamos a la deuda, una de las mayores preocupaciones de la compañía, porque en lugar de bajar, aumentó un en 63,5 millones (+2,4%) y cerró marzo en 2.736,5 millones de euros. Una losa muy pesada, aunque Escarrer tenga clara la hoja de ruta para ir disminuyéndola.

“El primer trimestre del año confirma la recuperación del turismo a nivel mundial, no sólo vacacional y de ocio urbano, sino también de grupos y de negocios”, afirmó el Ceo, que ve el segundo trimestre, tras la Semana Santa, y el resto del ejercicio con optimismo.

No lo ve así, sin embargo, el mercado, que este viernes ha dado la espalda a Meliá, que se convertía, en los primeros momentos de la sesión, en el valor que más caída del Ibex, con un retroceso superior al 5%, frente a un índice que subía alrededor del 0,7%.