Definitivamente, Pedro Sánchez quiere prescindir de Joseph Oughourlian como presidente de PRISA, por una sencilla razón: ya no le sirve. Es la política ‘kleenex’ de Moncloa, de usar y tirar. El sagaz Oughourlian, por su parte, ha llegado al convencimiento, después de dos años y medio, de que le han tomado el pelo en Indra.

Al mismo tiempo, el fondo Pimco, uno de los principales acreedores de PRISA, se niega a refinanciar la deuda del grupo, actualmente de unos 830 millones de euros. No es ninguna broma. Pimco, uno de los mayores gestores de renta fija del mundo, principalmente bonos, se dedica a comprar deuda basura, como la de PRISA, a cambio de intereses elevados. Y si al final no obtiene el rendimiento esperado o considera que ha llegado el momento de finiquitar la inversión, exige la devolución del capital.

En otras palabras, en vísperas de cumplir el plazo estipulado de la deuda, el fondo acreedor tiene dos opciones: refinanciarla, para lo que puede exigir un mayor interés, o no refinanciarla y entonces exigir la devolución del capital, además de la última cuota. Esta es la opción de Pimco, hasta el momento, inamovible. Además, Pimco habrá invertido junto con otros fondos que ni siquiera sabrán qué es PRISA, por lo que seguirán a pies juntillas lo que haga su guía.

En este contexto, las opciones del aún presidente Oughourlian son tan escasas que se reducen prácticamente a una: vender Santillana en Iberoamérica, la parte de la filial que aún está bajo el paraguas de PRISA. Pero cuidado, porque deshacerse de la editorial sería pan para hoy, pero hambre para mañana, sobre todo para los empleados de El País, cuyas nóminas se pagan, en parte, gracias a Santillana.

Existe otra vía, ampliar capital, pero actualmente es tan remota como un discurso de Sánchez sin alguna mentira.

Sea como fuere, en Moncloa dan por amortizado a Oughourlian, aunque el fondo Amber, representado por el franco armenio, es el máximo accionista con el 29,5% del capital. ¿Quién está detrás de Amber? Esa es la pregunta del millón.