Los fondos buitre le compraron los activos tóxicos a los bancos a precio de derribo y, en general, con la condición de que si finalmente no lograban colocarlos, tenían la opción de devolvérselo a la entidad. Estábamos en un momento crítico para los bancos, muy presionados por el supervisor.

El Sabadell no fue una excepción. En 2019 firmó un acuerdo con Cerberus para transferirle una cartera de activos tóxicos valorada en casi 6.500 millones de euros. A cambio, Cerberus debía pagar unos 3.500 millones, de los que el 21% (unos 600 millones) los podría pagar a lo largo del tiempo, ya que algunos inmuebles no estaban registrados, tarea que tenía que realizar el Sabadell en un plazo máximo de tres años.

El banco que preside Josep Oliu lo hizo, incluso antes de tiempo, de tal manera que Cerberus pagó unos 180 millones por una de las tres carteras (Coliseum) que incluía el paquete total transferido. El problema surgió con las otras dos carteras, Challenger y Rex: el fondo alegó que el Sabadell no había registrado todos los activos y se negó a abonar los casi 400 millones que tenía pendientes. El banco denunció al fondo y la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra la hemos conocido este miércoles.

Es importante, además por el montante de dinero, que no es poco, porque es un varapalo para esos fondos que impusieron condiciones draconianas a las entidades y que, además, se dedicaron a extorsionar a los deudores para que pagaran sus deudas.

Por cierto, el Sabadell fue el banco que este miércoles más subió en bolsa: un 1,4%, seguido del BBVA (1%) y el Santander (0,8%). El Ibex subió un 0,49%. O sea, la cotización del Sabadell y del BBVA siguen ligadas.