Corría el año 1988 cuando dos amigos y empleados del banco First Boston, Robert Kapito y Laurence Fink (Rob y Larry para los amigos) fundaron Blackrock, una firma dedicada a invertir en compañías no cotizadas, bajo el paraguas de First Boston y del también recién creado fondo Blackstone. Aquello funcionó y solo cuatro años después (1992), los dos directivos de origen judío, junto con varios socios de Blackstone, decidieron convertir Blackrock en una sociedad completamente independiente. Kapito tenía 35 años y Larry, 40.

El crecimiento fue fulgurante y la compañía no tardó en saltar la frontera de Nueva York. Antes de finalizar la década de los 90, la firma ya tenía oficinas en Londres, Hong Kong, Sidney, Milán, Dubai y Fráncfort para, recién estrenado el siglo XI, establecerse en Pekín, México, Moscú, Bombay, San Francisco, Sao Paulo, Madrid…

Actualmente, Blackrock es el fondo (fondo de fondos) más grande del mundo al gestionar más de 6 billones de dólares, seis veces el PIB de España, que en 2018 alcanzó los 1,2 billones. Un gigante que cuenta, entre sus inversores, con el mayor fondo soberano del mundo, el noruego Norges Bank.

La lista de compañías en las que está presente Blackrock es impresionante. En España, sin ir más lejos, controla participaciones significativas en Santander, BBVA, Telefónica, Iberdrola, Repsol, ACS… Estamos hablando, en total, de unos 20.000 millones de euros en empresas del Ibex 35. En EEUU también se hace notar en los gigantes tecnológicos como Apple, Microsoft, Google, Facebook y Amazon.

En definitiva, la firma de Kapito (presidente) y Fink (CEO) está presente en prácticamente todas las grandes corporaciones mundiales. Pero tal vez lo más significativo es que, además, tiene voto en el consejo de administración de 17.000 empresas repartidas por todo el planeta. No es extraño, visto lo visto, que hasta los presidentes de los países más desarrollados pidan cita con el Kapito y Fink antes de tomar determinadas medidas económicas.