Las energéticas Repsol e Iberdrola tienen dos apuestas bien diferentes en movilidad / Fotos: Pablo Moreno
Hace unos días, Antonio Brufau (76 años), presidente de Repsol, ha recibido el VI Premio José Echegaray que otorga El Economista de manos del CEO, Josu Jon Imaz, en quien depositó todos los poderes ejecutivos en abril de 2014. En dicho evento, el primero volvió a subrayar que “los biocombustiles no van contra el desarrollo de los coches eléctricos”, lo que refleja una apuesta en movilidad bien distinta a la de Iberdrola, donde no en boca de Ignacio S. Galán (ya saben que a sus 73 años no se prodiga en actos oficiales y ahora dedica más esfuerzos a que su hijo Nacho sea consejero… ¿y sucesor?), sino en la de su CEO en España, Mario Ruiz-Tagle, se inclina por no discutir más porque considera que “el vehículo será eléctrico”,… justo cuando la mayoría de los fabricantes automovilísticos (General Motors, Ford, Volkswagen, Mercedes-Benz, Stellantis, Hyundai, Kia, Suzuki...) están frenando sus planes por la baja demanda de este tipo de vehículo.
Volvamos a Brufau, quien ha señalado que “dar biocombustible es dar respuesta a gente que no puede pagar el vehículo eléctrico”. De hecho, Repsol ya ha alcanzado 350 estaciones de servicio en España y Portugal donde ofrece combustible 100% renovable (producido a base de aceite de cocina usado, aceites procedentes de residuos agroalimentarios y residuos agrícolas y forestales) y el objetivo es llegar a 600 a final de año. Un combustible que puede sustituir al convencional y que es defendido por los sectores del transporte terrestre, aéreo y marítimo porque reduce más emisiones a menor coste.
El presidente de Repsol ha insistido en que “el mundo necesita petróleo y gas”, en la misma línea que Imaz se ha pronunciado en la Junta de Accionistas de este año y en la de 2023. “Quizá en Bruselas no entienden muy bien qué significa esto, pero en África, Asia y otras zonas del mundo sí se entiende”, ha explicado, aludiendo a que las políticas “nos están llevando a costes del gas inasumibles para mucha gente y hemos obligado a muchos a volver al carbón cuando el carbón debería ser la única que se quitase”. “Continuar suministrando petróleo y gas está en nuestro ADN”, ha subrayado, pero desde que llegó a la presidencia de Repsol en 2004 empezó la transformación de la petrolera en una compañía multienergética, un proceso ligado a la transición energética y más desde que el 3 de diciembre de 2019 se convirtió en la primera de su sector en comprometerse a alcanzar las cero emisiones netas de carbono para 2050. Y una vez más, ha vuelto a destacar que se debe garantizar la sostenibilidad no sólo medioambiental, sino también económica, apostando por el desarrollo de distintas tecnologías y su convivencia (algo que se denomina neutralidad tecnológica), y no sólo por la electrificación. Al hilo de esto, conviene recordar que en Iberdrola la estrategia sólo pasa por la electrificación, en base a su preferencia por el monoproducto: sólo le gustan las energías verdes -solar, eólica e hidráulica-, aunque aún le quedan ciclos combinados de gas (no en México, donde los ha vendido) y centrales nucleares en España.
Imaz refiere el compromiso de Brufau con España, en especial con la industria, poniendo como ejemplo las inversiones de 3.200 millones de euros que decidió hacer en las refinerías de Bilbao y de Cartagena en los años 2007 y 2008, cuando Francia e Italia cerraron la mitad de las que tenían
Imaz ha querido destacar que Brufau “es alguien generoso que poner por delante el proyecto antes que su persona” y clarividente porque en agosto de 2002 (cuando el primero era consejero de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno Vasco; y el segundo, presidía Gas Natural) se anticipó al hablar ya de un modelo multienergético en una reunión que mantuvieron. Fue en 2008, cuando Brufau le propuso a Imaz, que entonces trabajaba para la Universidad de Harvard (EEUU), entrar en Repsol y lo hizo como presidente de la filial vasca, Petronor, pasando después por otros puestos hasta llegar al de CEO el 30 de abril de 2014. Imaz ha referido también el compromiso de Brufau con España, en especial con la industria, poniendo como ejemplo las inversiones de 3.200 millones de euros que decidió hacer en las refinerías de Bilbao y de Cartagena en los años 2007 y 2008, cuando Francia e Italia cerraron la mitad de las que tenían, y que en los últimos 15 años Repsol ha invertido unos 1.000 millones anuales en nuestro país.
Por su parte, Gregorio Peña, presidente-editor de Editorial Ecoprensa, ha afirmado que “Brufau representa los valores de igualdad, libertad y defensa de la empresa de José Echegaray”, el matemático y Premio Nobel de Literatura que fundó El Economista, impulsó la creación del Banco de España y presidió Tabacalera, entre otras muchas cosas. Asimismo, ha recordado que Echegaray recibió críticas de todos los frentes mientras su prestigio crecía, “episodios son perfectamente reconocibles en el siglo XXI. Y no diría yo que no tuvieran un paralelismo con el trato que recibe en determinados momentos Repsol en nuestro país”, ha añadido, en alusión a la guerra iniciada por Iberdrola y respaldada por la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera (ahora con la vista puesta en ser comisaria europea).
Por cierto, el Premio José Echegaray pretende reconocer la proyección internacional de economistas que promueven el ideario liberal. En las cinco anteriores ediciones los premiados han sido: el propio Galán; Pablo Hernández de Cos, que recientemente ha dejado de ser gobernador del Banco de España; el ex presidente de Telefónica y ya fallecido César Alierta; el presidente de la Autoridad Bancaria Europea, José Manuel Campa; y el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) y exministro, Luis de Guindos.