Ribera es una entusiasta de molinillos y placas solares, y una enemiga del CO2, pero se niega a apoyar la nuclear
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, puede definirse más bien como la vicepresidenta ‘sandía’ (verde por fuera y roja por dentro). Claro que a pesar de apostar por todo lo ecológico, que muchas veces es lo más caro, y encima hacerlo con alguna incoherencia, como por ejemplo querer cargarse la energía nuclear que produce electricidad sin emitir CO2, además, tampoco renuncia al cinismo, por eso dejará para el próximo Gobierno el tema clave del cierre nuclear.
Su famoso Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 se revisará este año y se volverá a mandar a Bruselas, debiendo estar de vuelta y cerrado definitivamente el próximo 31 de diciembre. Pero conviene recordar que dicho Plan es de imposible cumplimiento en muchos de sus objetivos. Por ejemplo, recoge una meta de 3.500 megavatios (MW) de nuevo bombeo, otra de 2.500 MW de baterías y otros 5.000 MW de termosolar. Todo esto no es sino una utopía por varias razones:
- El bombeo es muy difícil que crezca respecto a los niveles actuales y casi ninguna energética lo contempla dentro de sus planes de crecimiento para ser cada vez más verde.
- El tema de las baterías también suena aún bastante idílico y evoluciona a una velocidad muy lenta, llegará a tener un gran desarrollo, pero hoy no, mañana…
- En termosolar el objetivo ya es de risa y más porque se trata de una tecnología demasiado compleja: cada central tiene cuatro sistemas separados y acoplados entre sí (sistema de captación de radiación solar, sistema de aceite térmico, sistema de almacenamiento de energía y bloque de potencia). Claro que no hay que perder de vista que la versión final del PNIEC se publicó en el BOE el 25 de marzo de 2021, pero durante gran parte de su elaboración José Domínguez Abascal era secretario de Estado de Energía (cargo que desempeñó entre el 19 de junio de 2018 y el 17 de enero de 2020), tras haber sido presidente de Abengoa entre septiembre de 2016 y marzo de 2017. ¿Casualidad? Si uno recuerda al poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller, quien defendía que las casualidades no existen, parece que no, porque Abengoa es líder en la tecnología termosolar. Blanco y en botella, leche, como dice el refrán.
Actualmente tenemos operativos siete reactores en nuestro país, que suponen una potencia instalada de poco más de 7.000 MW, pero que generaron una quinta parte de la electricidad en 2022
Y eso por no hablar de la ruina del hidrógeno verde, del que no se hablaba cuando se aprobó el PNIEC, pero años después el Gobierno ha lanzado la Hoja de Ruta del Hidrógeno que contempla el objetivo de llegar a 4.000 MW de producción de hidrógeno renovable en 2030. Según cálculos de fuentes del sector, para producirlos se necesitarán tres veces más de potencia renovable (o sea, 12.000 MW), y en el caso de que esta proceda de fotovoltaica supondría que las placas solares deberían cubrir el 5% del suelo español. Recuerden que España quiere convertirse en exportador de esta tecnología, pero es un absurdo económico a día de hoy porque no es rentable, algo por lo que se está impulsando con subvenciones públicas y, además transportarlo es una locura porque es una molécula inestable y es preferible producirlo para usarlo in situ (por ejemplo, al lado de una acería, una refinería o una siderúrgica). Es decir, que el hidroducto submarino H2Med es una tomadura de pelo con la que Emmanuel Macron no sólo se ríe de los españoles sino que también supone un engaño de Pedro Sánchez a los españoles... y además, ahora se quiere vender que llegará a Alemania, pero aún está pendiente decidir quiénes lo pagarán. Y a la ruina del hidrógeno verde en nuestro país también se ha sumado la naviera danesa Maersk..., entre otras empresas, y Pedro Sánchez y Teresa Ribera, felices, pese a la advertencia de la presidenta de la CNMC y a que tenemos mucho más potencial en biometano, una tecnología madura que podría cubrir el 45% de la demanda actual de gas.
Dado que los objetivos del PNIEC son de imposible cumplimiento, la lenta tramitación de nuevos proyectos renovables y la ruina del hidrógeno verde, entre otras razones, no hay que cerrar los siete reactores nucleares, pese al calendario de cierres progresivos acordado y previsto para entre los años 2027 y 2035, sino prorrogar su vida útil.
Recuerden que actualmente tenemos operativos siete reactores en nuestro país, que suponen una potencia instalada de poco más de 7.000 MW, pero que generaron una quinta parte de la electricidad en 2022: según los últimos datos de Redeia (antigua Red Eléctrica), aportaron el 20,2% del total, situándose tras el ciclo combinado de gas (24,7%) y la eólica (22,2%). Eso sí, hay que subrayar que los reactores generan luz de forma estable, sin depender de factores meteorológicos, garantizando el suministro, barata (y aún lo sería más si se bajaran sus elevados y redundantes impuestos y tasas -aquí pueden ver la lista de estos-, como refirió Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear -asociación que representa a la industria nuclear española- a Hispanidad), sin emitir CO2, con un altísimo nivel de seguridad y generando unos residuos para los que hay solución y que ocupan un mínimo espacio (los anuales de los siete reactores ocupan sólo unos 17 metros cúbicos).
Los siete reactores españoles generan luz de forma estable, barata (y aún lo sería más si se bajaran sus elevados impuestos), con un altísimo nivel de seguridad y generando unos residuos anuales para los que hay solución y que ocupan muy poco espacio (unos 17 metros cúbicos)
Cuando se acordó el calendario de cierre progresivo de los reactores nucleares españoles entre Gobierno y empresas propietarias se estableció la cifra de 46 años, una media entre lo que pedía Iberdrola (40 años, se sospecha que Ignacio S. Galán puso esa cifra porque no consiguió mayor retribución para esta energía) y Endesa (50 años). Esa vida útil resulta hoy mínima y debería subir, porque el cierre nuclear nos lleva al “abismo” y el presidente de la Sociedad Nuclear Española (SNE) -la cual agrupa a los profesionales nucleares-, Héctor Domínguis, ha insistido en que los siete reactores pueden tener una más allá de los 40 años, hasta 60 e incluso 80 (como se está viendo en algunas licencias en EEUU), porque “hoy son más seguros que cuando empezaron a operar” y se realizan unas inversiones de 30 millones de euros al año.
Los primeros reactores que echarían el cierre serían los de Almaraz I y Almaraz II, en 2027 y 2028, respectivamente, que conforman la central extremeña, la cual ya ha reivindicado que está preparada para funcionar más tiempo. Algo que también ha hecho la central de Ascó, que Hispanidad ha podido visitar, porque puede operar al menos durante otros 20 años, aunque Ribera insiste en cerrar el reactor I en 2030 y el II en 2032. En el PNIEC, que va hasta 2030, se contempla el cierre de cuatro reactores (los dos de Almaraz, Ascó I y Cofrentes), lo que supondría perder 4.000 MW de potencia instalada y casi un 10% de la generación eléctrica anual. Más allá de 2030 tienen fecha de cierre para 2032 el reactor Ascó II y para 2035 el de Vandellós II y el de Trillo. Además, no hay que olvidar que aún se está desmantelando las centrales de Zorita y Garoña.
El PNIEC incluye los cuatro primeros cierres de los reactores españoles: los de Almaraz I y II, Ascó I y Cofrentes. Un error, un inmenso error. Ojalá haya cambios, aunque con Ribera hay poca esperanza
Si hay que revertir el cierre nuclear que lo haga el próximo Gobierno es lo que ha referido Ribera a fuentes del sector, una postura bastante cínica, y más cuando la Unión Europea ha incluido a la nuclear en la taxonomía verde y cuando cada vez más países apuestan por esta energía como el mejor complemento a las renovables para asegurar el suministro y tener soberanía energética, y también por prorrogar su vida útil. Prefiere pasar la pelota a otro, aunque un gobernante sensato tomaría una decisión. Claro que viendo el lío de algunas leyes del Gobierno Sánchez (como la del Sólo sí es sí) ya no sorprende que no les importe meter la pata a lo grande. PP y Vox piden que se alargue la vida de las centrales españolas y conviene recordar que hace unos años dentro del PSOE y del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, Miguel Sebastián, que llegó a ministro, defendía también prorrogar la vida útil de las nucleares de nuestro país.
Por su parte, Ribera, hace unas semanas, en un almuerzo con Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), insistió en reducir el volumen de gas, carbón, petróleo y uranio rusos. Otra muestra más de que la energía nuclear no le gusta, pese a que no emite CO2, porque un tercio del combustible nuclear que usan nuestros reactores proviene de Rusia, al que siguen otros proveedores (EEUU, Canadá, Reino Unido, Nigeria, Australia y Kazajistán, entre otros).
Y es que la fisión nuclear es una energía de la que no podemos prescindir, al menos hasta que llegue la fusión, la energía definitiva.