"Ser un muy buen analista ya no es suficiente, hay que pensar con una mente estratégica y abierta"
Practicante del deporte y actividad física, ha corrido maratones, los sigue corriendo de hecho, es ciclista, y triatleta, ”muy familiar, lector y con pasión por viajar”.
Este es Alberto Roldán… en el aspecto más personal (resumido en tres líneas, claro está). En lo profesional, es licenciado en Economía, tiene un Máster en Mercados Financieros, y cursa, actualmente, un Máster en Políticas Públicas de Defensa y Seguridad que, dice, “me da una óptica completamente diferente de la realidad del mundo”.
Acumula más de 27 años de experiencia en mercados financieros como director de análisis y Chief Investment Officer en diversas gestoras internacionales, y aprecia cada vez menos recorrido a la banca. “Han vivido dos años de vino y rosas después de un un largo calvario por los tipos negativos y tras una crisis financiera brutal”.
Y como todo el que le conoce sabe que Roldan es un tipo políticamente incorrecto y que no se muerde la lengua, “sin faltar al respeto, por supuesto”, matiza, ahí va una perla para empezar con esta entrevista: “Telefónica será una buena idea de inversión cuando un private equity la compre, la desmiembre y se centre en gestionar aquello que de verdad tiene valor. Si es que lo tiene”.
-Cuando se publique está entrevista, faltarán dos días para las elecciones en Estados Unidos. ¿Alberto Roldán es de los que no duerme esa noche para seguir ‘este acontecimiento planetario’?
No, pero ni ahora ni nunca. Sí recuerdo haber seguido con especial interés en 2008 la llegada de Obama, no solo por el momento que atravesaba la economía, sino por el trasfondo de su victoria. Recuerdo también las elecciones en las que Al Gore perdió frente a George W. Bush en 2000, un resultado controversial debido al estrecho margen obtenido en el Estado de Florida, donde una serie de recuentos y disputas legales finalmente llevaron a que la Corte Suprema de los Estados Unidos decidiera detener el recuento un mes después de las elecciones otorgándole la victoria a Bush. Pero en ningún caso unas elecciones me han quitado el sueño.
-¿Tienen algo de particular estas elecciones, aparte del cambio de candidato, a última hora, por parte de los demócratas?
Rotundamente no. Contextualizadas en el caos de liderazgo que atraviesa el mundo y la falta de polaridad existente, estas son posiblemente las elecciones menos trascendentes en mucho tiempo. La realidad del mundo ya no gira en torno a EEUU, y la crisis que vive la democracia liberal ha desplazado a su presidente del centro de la actualidad.
-¿Cómo espera que reaccionen los mercados si gana uno u otro candidato?
El mundo teme a Trump no por su ideología sino por el “personaje” que se ha creado alrededor de su discurso. Trump es consecuencia del auge del populismo nacionalista y el rechazo a la globalización. Lo que ha conseguido es aumentar el debate sobre el modelo liberal. No en vano ha sido el primer presidente que niega el comercio global, las alianzas multilaterales y el debate medioambiental, de derechos de la ciudadanía y de otra serie de cuestiones que han soportado la concepción económico y política de los últimos setenta años. ¿Es Harris diferente? No lo creo, pero su hipotética victoria fraccionaría aún más la ciudadanía norteamericana poniendo de manifiesto la crisis que mencionaba. Dicho esto, los mercados son la base de ese capitalismo que da forma a la concepción liberal de nuestro sistema. Y viendo las opciones de cada candidato, los mercados van a seguir su curso natural. Lo normal es que el ganador no altere la marcha triunfal de las bolsas. Al menos a corto plazo.
El lujo, el de verdad, no Puig, BMW o L’Oréal, vive de ofrecer algo que prácticamente nadie puede comprar. Su teoría es simple, en la ecuación PxQ, siempre gana P
-Y usted apuesta por la victoria de…
Pasopalabra (es broma). Honestamente no lo sé. Las encuestas no son un gran predictor de lo que va a ocurrir. El sistema electoral no se parece al nuestro, por suerte, y esto lo convierte en algo más impredecible.
-¿Qué valores se la juegan en las elecciones de Estados Unidos?
Todos. Esto de que hay sectores ganadores y perdedores es marketing de los bancos. Es completamente absurdo. Lo que subyace detrás no tiene que ver con un candidato, porque es la economía en sí misma. Sí, es posible que en alguna ocasión se hayan identificado sectores como teóricamente beneficiados por uno u otro candidato, pero yo pienso, ¿realmente es tan público como para estar en la sospecha del presidencialismo?
-Y una vez que Estados Unidos tenga nuevo presidente, ¿de qué debemos estar pendientes de aquí a finales de año?
De un 3%, que es la diferencia que, con precios de hoy, separa al S&P500 del hito de los 6.000 puntos. El S&P rompió los 5.000 puntos por primera vez en julio de 2023. Si el índice alcanzara los 6.000 puntos, digamos mañana, eso representaría un incremento de 1.000 puntos en menos de seis meses, lo cual sería el período más corto para un avance de esa magnitud en puntos absolutos en la historia del índice. Y como la diferencia es tan pequeña y el margen de tiempo tan amplio, cualquier excusa será válida (tipos de interés, elecciones, resultados empresariales, un dato de empleo o inflación…).
-Me ha llamado la atención que está cursando un Máster en Políticas Públicas de Seguridad y Defensa. ¿Por qué ahora?
Tras 27 años de experiencia en mercados era lo que más me encajaba como paso previo a mis estudios de Doctorado. Siendo más preciso, es una elección ligada al plano intelectual que exige hoy intentar entender el mundo. Llevo oyendo años que la macroeconomía no importa, que la economía es secundaria, precisamente cuando es de lo que más conocimiento se ha de tener. Lo que hoy es absolutamente mandatorio es entender el mundo, su cambio e idiosincrasia, hablo del nuevo plano político y de poder.
En España es increíble que el 92% del patrimonio en fondos de inversión esté en manos de bancos y aseguradoras. Es algo inexplicable
Estudiar los márgenes de negocio, sacarle las tripas al ROE de una compañía o leerse trescientas memorias anuales está muy bien, pero cada vez es menos importante si no se entiende la realidad del complejo ecosistema en el que se mueven las empresas. Yo no me dedico a tomar decisiones de inversión en base al próximo dato de inflación o en función del presidente de los EEUU, pero sí me preocupa qué mueve una herramienta tan poderosa como los tipos de interés o las fuerzas gravitacionales de, por ejemplo, las materias primas. Ser un muy buen analista ya no es suficiente, hay que pensar con una mente estratégica y abierta a un nuevo conocimiento. Por eso me decanté por este Máster, porque me da una óptica completamente diferente de la realidad del mundo.
-¿La situación geopolítica ha devuelto al sector al primer plano?
Pero más que la situación actual diría el proceso de cambio que se ha venido produciendo en los últimos treinta años. La caída del Muro de Berlín marca un antes y un después. EEUU ya no es el líder de Occidente. En nuestras clases estudiamos el mundo desde una definición de multilateralismo sin multipolaridad, que significa que el mundo no reconoce un único actor sobre el que se establece el orden mundial. Ya no lo es EEUU, y de los BRICS, solo China ha amagado con ocupar ese espacio de poder, pero está lejos, en gran medida porque no tiene reconocimiento mundial y su economía hoy no se lo permite. La geopolítica no es el conflicto de Israel y Oriente Medio o la guerra que mantienen Ucrania y Rusia, es un concepto más holístico. Y no olvidemos los nuevos agentes que dan forma a ese multilateralismo. Tienen más peso el crimen organizado o el terrorismo en algunos países que un régimen elegido democráticamente.
-¿Es partidario de que se aumente el gasto en defensa? Europa se ha resistido a hacerlo, pero parece que está por ello.
Nuestro sistema se asienta sobre el derecho legítimo a defender el territorio y la soberanía nacional. Desde esa óptica es fácil entender que al menos se ha de mantener en términos relativos, pero nunca descender en términos absolutos. La gente olvida que los países intervienen en conflictos, llevan a cabo misiones humanitarias o de pacificación, y para eso hace falta tener un presupuesto activo. Mantener el orden es prioritario, nadie quiere delincuencia, ocupación o maltrato en las familias. Para todo eso, hace falta tener un presupuesto amplio que englobe a todas las fuerzas que garantizan el orden y la soberanía nacional. El problema es que es una diana del populismo demasiado recurrente. No entiendo como la ciudadanía no se desliga de ese mensaje tan pueril de la izquierda.
-¿Las empresas de defensa son una buena opción para tenerlas en cartera?
Depende. Si separamos inversión de gasto, hay que mirar muchas cosas. Las empresas públicas o de gestión semi-pública no tienen como objetivo ser rentables. De hecho suelen ser un desastre de gestión empresarial. Trabajar con los Estados es delicado y poco predecible.
Poner de acuerdo a un tío de Hamburgo y un gaditano es imposible pese a todos los funcionarios que se pongan a trabajar para lograrlo
Una cosa es un contrato para mantener helicópteros para apagar incendios, por ejemplo, y otra bien diferente es un contrato para defender a los organismos del Estado de un ciberataque. Por lo general, hay poca visibilidad y menos transparencia. A mí siempre se me ha hecho muy difícil analizar estas compañías porque su interlocutor marca barreras comunicativas que en algunos casos son insalvables. No conjuga muy bien ese principio de transparencia que le pedimos a las compañías con el hecho de que trabajen para organismos sobre los que pende un velo de protección informativa.
-Y, ¿en qué sectores aprecia mayores oportunidades?
Quizás porque llevo muchos años insistiendo en la idea y mirando compañías, creo que todo lo que rodea a las materias primas es esencial. Las compañías pasan con el tiempo, algunos modelos de negocio perduran, otros viven de los ciclos, otros acaban fragmentados… pero lo que es la base de todo son las materias primas.
Con esto no digo ni mucho menos que cualquier minera o petrolera es susceptible de invertir. Hay que trabajar mucho, muchísimo, porque están en un ámbito de conocimiento al que la gente, por lo general, dedica poco tiempo. Luce poco como presentación de una tesis de inversión hablar de minería o empresas ligadas al sector. Además, tienen toda una cohorte de recién licenciados acreditados en sostenibilidad que no saben ni de lo que hablan desviando la atención hacia otras ideas. Aquí los bancos y los reguladores han hecho un trabajo espectacular de cortina de humo. Y de hipocresía, tengo que decir.
-¿Alguna decepción al respecto sobre determinadas empresas de las que esperaba algo más?
Las telecos. Sin duda. Lo tenían todo a principios de siglo para ser líderes y se han quedado en nada. No todo ha sido culpa suya. La regulación, las injerencias políticas y las limitaciones legales han puesto muchas trabas. Tampoco han tenido a los mejores gestores y el ejemplo español es muy significativo. Eso, y el excesivo endeudamiento para llegar no sé sabe muy bien dónde, han matado al sector. Hablo del caso europeo que es el que conozco. Siempre he dicho que Telefónica será una buena idea de inversión cuando un private equity la compre, la desmiembre y se centre en gestionar aquello que de verdad tiene valor. Si es que lo tiene.
A Powell le pondría un notable. Es un personaje singular, por su forma de comunicar
-¿Qué recorrido ve a la banca?
Cada vez menos. Han vivido dos años de vino y rosas después de un vivir un largo calvario por los tipos negativos y tras una crisis financiera brutal. Posiblemente les ha sabido a poco, pero es un sector en el que por muy buenas decisiones que tomes estás capado por una materia prima sobre la que no tienen control: los tipos de interés. Es un sector que me ha penalizado como gestor porque era tirar a canasta a parado y sin oposición, pero no he sabido sacarle el jugo que podía obtener quizás obcecado en la idea de que conceptualmente es un negocio poco honesto, opaco y con falta de alineación. Ahora creo que la naranja está casi seca.
-Y, ¿qué recorrido espera de la Opa BBVA/Sabadell? ¿Cómo acabará?
En nada. Es un tema político. BBVA quiere Sabadell para hacerse más grande y que no la open. Nada más. Hay que ver lo que ha pasado con Unicredit y el Commerzabank, desatando toda una oleada de proteccionismo y nacionalismo financiero. Aquí el problema es que los bancos tienen una relación de amor y odio con el gobierno. Sabadell nunca le hará mejor banco a BBVA porque el tamaño no importa salvo para proteger a los directivos y los mandos intermedios.
-Momento de resultados empresariales. ¿Qué esperamos?
Buenas cifras en general en EEUU y peores en Europa. Las dos zonas viven realidades muy distintas. Los agregados económicos no muestran la diferencia tan importante que se ha generado desde la crisis financiera. Europa vive una creciente crisis de identidad en su sector industrial y manufacturero. Lo que pasa en Alemania es muy significativo y acabará por contagiarse al resto de Europa. No soy positivo en este sentido, al menos con las grandes corporaciones o con ciertos sectores como el del automóvil.
-¿Qué opina del frente que han abierto bancos y energéticas contra el impuestazo?
Legítimo, pero es el recurso del pataleo. Me parece muy bien que protesten, y especialmente, como lo hace Josu Jon Imaz, una persona a la que admiro por su bravura. Decir que, si este disparate se mantiene, que invierta Rita me parece de valientes. Es algo que les explico a mis alumnos, todos sabemos que cuando un gobierno impone una tasa que recae íntegramente en la oferta -o en el productor- más pronto que tarde se acaba trasladando al consumidor.
China está haciendo lo indecible para tapar una burbuja inmobiliaria, de descontento social y de gestión interna, con viejas recetas occidentales
-Cuando empezó 2024, Alberto Roldán estaba convencido (más o menos) de que… y sin embargo…
Iba a ser un año para las economías emergentes. Y sin que haya sido mal año, de hecho, en los últimos tres meses el performance relativo ha vuelto a ser muy bueno, en mi opinión ha estado por debajo de lo esperado. Energía también ha defraudado, aunque aquí tengo que decir que no esperaba un año muy exitoso por las dinámicas contrarias a las que tiene que hacer frente.
-Hablemos de tipos de interés. Personificándolos, ¿quién considera que va camino de ser el protagonista (político, economista, banquero, etc.) de este 2024?
Esta pregunta es de nota. Y difícil de personificar. El político está por venir, quién sabe si Trump o Harris, pero como hay que hablar de lo vivido y no de lo que está por ocurrir, diría que el Gobierno chino personificado en Xi Jinping. China está haciendo lo indecible para tapar una burbuja inmobiliaria, de descontento social y de gestión interna, con viejas recetas occidentales. Como economista diría Daron Acemoglu. Avalado por algunos libros de éxito, su trabajo conjunto con Simon Johnson y James Robison es espectacular al explicar cómo las estructuras de poder afectan el desarrollo actual de países de ingresos bajos y medios. Este enfoque ha sido fundamental para entender las desigualdades de ingresos y la relevancia de la calidad institucional en economías emergentes. Banqueros, de los de verdad digo, ya no quedan.
-Por cierto, ¿le puede poner nota a Largarde y a Powell?
A Powell le pondría un notable. Es un personaje singular, por su forma de comunicar, porque es pausado, porque a pesar de equivocarse intenta hacer creer que la Fed es independiente de verdad. Y lo ha hecho bien en su lenguaje con los mercados. No ha puesto muy nervioso a nadie. Lagarde es un avatar. Yo creo que si en una rueda de prensa le pasan la mano, es un holograma. No me merece mucho interés, la verdad. Es aburrida, monótona y cero convincente. Ha conseguido lo imposible, que es echar de menos a Draghi.
-La Inteligencia Artificial (IA) ha determinado el comportamiento de las Bolsas el último año y medio. ¿Piensa que hay una burbuja?
No, porque está en su punto bajo de la curva de hockey por lo que no creo que haya burbuja.
Impuestazo: decir que, si este disparate se mantiene, que invierta Rita, me parece de valientes
Es sencillamente espectacular su uso. Yo la empleo recurrentemente y cada día que pasa mejora y mejora. No tiene techo. Así que aquellos que copen la inversión, el nombre o la imagen y asuman el espacio de liderazgo, serán futuros ganadores.
-¿Por qué hay tanta diferencia de velocidades entre EEUU y Europa? ¿Es principalmente por Alemania?
Absolutamente. Es una comparativa desigual. Europa es administrativa, burocrática y lenta. De los fondos de la pandemia no se han empleado ni la mitad. Desconozco el porcentaje porque honestamente he perdido el interés en entender cómo funciona todo ese complejo entramado de ayudas y subvenciones de la UE. Todo este multilateralismo imperante en Europa está muy bien como concepto, pero en la gestión económica es desastroso. Sigo pensando que poner de acuerdo a un tío de Hamburgo y un gaditano es imposible pese a todos los funcionarios que se pongan a trabajar para lograrlo.
-¿Leo un titular: El lujo no tira la toalla. ¿Está de acuerdo?
Y yo le digo, el lujo quema la toalla. Cuando no haya otra toalla más y mejor que la del lujo y le pongan un precio imposible, entonces será cuando renacerá de sus cenizas. El lujo, el de verdad, no Puig, BMW o L’Oréal, vive de ofrecer algo que prácticamente nadie puede comprar. Su teoría es simple, en la ecuación PxQ, siempre gana P.
Lo que pasa en Alemania es muy significativo y acabará por contagiarse al resto de Europa. No soy positivo en este sentido
-¿Qué es lo que empuja a la Bolsas en su rally alcista?
BlackRock, Vanguard y Fidelity. Hay más, pero entre las tres gestionan activos equivalentes al 95% del PIB americano. Y después, los grandes bancos. En España es increíble que el 92% del patrimonio en fondos de inversión esté en manos de bancos y aseguradoras. Es algo inexplicable. Quien no lo empuja son los pequeños ahorradores. Es más el quién que el qué.
-¿Cree que el Ibex terminará el año en los 12.000 puntos?
Si el S&P, como creo, rompe y mantiene, aunque sea por una semana, los 6.000 puntos, sí, sin duda alguna. Pero no por méritos propios sino por inercia. En cualquier caso, hay que darlos por buenos, sin duda alguna.