Sánchez y Maroto presumen de su reunión con Blume y Griffiths, otro ejemplo de cómo el colonialismo económico ha llegado al sector automovilístico
Pedro Sánchez no se rinde al Ibex, al que cada vez cabrea más por los nuevos impuestos a la banca y las energéticas, incluyendo enfrentamientos directos con los máximos responsables de Iberdrola (Ignacio S. Galán) y Banco Santander (Ana Botín), pero sí se rinde a las empresas extranjeras. Y es que impulsa el colonialismo económico, a costa de subvenciones con el dinero público de los españoles y del resto de europeos.
Ahora el presidente del Gobierno lo hace con el sector automovilístico, después de haberlo lanzado con las grandes tecnológicas y con las grandes ‘majors’ y productoras, ofreciéndoles beneficios fiscales. Una postura que no se parece a la que adoptó Donald Trump cuando presidía EEUU, donde optó por privilegiar a los que producían en su suelo y poner más impuestos a los extranjeros que sólo buscaban vender allí. Y Sánchez podría tomar ejemplo de Trump, por ejemplo, en plena crisis profunda del automóvil, donde las ventas en 2022 siguen lejos de las preCovid, pero han sido lideradas por las asiáticas Toyota, Kia e Hyundai, de las que solo la primera y de forma muy residual e indirecta fabrica algo en suelo español: un modelo -la furgoneta Proace City en la planta que el grupo Stellantis tiene en Vigo. Y las tres han desplazado a otras marcas europeas que sí producen y crean empleo industrial en España: menos mal que el pasado enero, Seat logró volver al podio, colocándose tras Toyota y Kia. Esto no solo pasa en nuestro país, también en la Unión Europea, donde sólo crecieron las ventas de los grupos asiáticos Hyundai, Toyota y Honda; y en el resto del mundo: Toyota reinó por tercer año consecutivo, mientras Hyundai quitó el tercer puesto a la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi.
Sánchez debería tomar ejemplo de la postura que adoptó Donald Trump cuando presidía EEUU, donde optó por privilegiar a los que producían en su suelo y poner más impuestos a los extranjeros que sólo buscaban vender allí
Este martes, en La Moncloa, el presidente del Gobierno se ha reunido con los presidentes de Volkswagen y de su filial española (Seat), Oliver Blume y Wayne Griffiths, respectivamente. Meses después de haber cedido al chantaje del grupo automovilístico alemán, que aceptó las ayudas del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del vehículo eléctrico y conectado (también conocido como PERTE VEC), a cambio de más dinero, naturalmente. Así, habrá gigafactoría de baterías en Sagunto y se convertirá en el arquetipo de cómo los europeos no reindustrializan España, sino que sólo aumentarán la colonización industrial de nuestra automoción.
Eso sí, el Gobierno vende que en la reunión han analizado los avances en la electrificación de la industria del automóvil gracias al PERTE VEC, es decir, a los fondos europeos, y que España se posiciona como un hub industrial europeo de movilidad eléctrica. Veremos. Todo esto un día después de que Sánchez llamara a corregir la dependencia estratégica de la UE en sectores clave y afirmará “vamos a reindustrializar Europa”. Además, a la cita también ha asistido Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo, quien el día anterior se reunió telemáticamente con el grupo automovilístico indio Tata Motors para analizar las posibilidades de que elija Zuera (Zaragoza) como lugar para instalar la fábrica de baterías para coches eléctricos que quiere levantar en Europa.
Por cierto, en la nota enviada por el Gobierno sólo se recoge lo relativo al PERTE VEC y la ampliación del Moves III, pero no sí Sánchez ha hablado con Griffiths, que actualmente también es presidente de Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Esta ha pedido incentivos y medidas fiscales para recuperar el mercado y acelerar la electrificación, tras los primeros ajustes en Seat y Ford. Una semana después, la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA), que agrupa a 14 grupos y ahora preside Luca de Meo, CEO de Renault, reclamó a la UE una política industrial ambiciosa para un sector que debería recuperar ventas, porque en caso contrario podría darse cierres de fábricas, con la consiguiente pérdida de empleos. Al hilo de esto, Carlos Tavares, el primer ejecutivo de Stellantis, ha señalado en una entrevista en El Mundo que en Europa “unas ventas de coches como las actuales ponen en riesgo los empleos”, destacando que no sólo los coches son más caros, sino que hay más impuestos y tasas a la compra y circulación.