Los bancos de inversión viven de la deuda y su éxito consiste en contradecir el sabio principio, raíz de la ciencia económica, de don Charles Dickens: la felicidad consiste en ganar 20 chelines y gastar 19.

Mario Draghi es banquero de inversión y seguramente no ha leído David Copperfield, así que ha entregado su informe sobre el futuro de la UE, en vísperas de que se anuncie la composición de la Comisión Europea, que presidirá Von der Leyen (no confundir con Darth Vader)

En ese informe, lleva trabajando más de un año, porque es un poco perezoso. Pues bien, Draghi ha presentado dicho informe, del que ya se conocían sus líneas directrices. Su diagnóstico resulta más certero que su terapia.

Al exigir una comisaría importante para la verdísima Teresa Ribera, el Sanchismo está metiendo en un serio problema a la Union Europea, al disparar el precio de la energía, factor clave para escalar en competitividad

Como resulta que Europa es un continente comodón, un continente de vagos malcriados en el Estado del Bienestar más pleno, y más caro, de la historia, resulta que Europa ha perdido la batalla de la competitividad frente a Estados Unidos y frente a China. En ambas, por cierto, rige el despido libre o algo parecido. Para las dos grandes potencias no somos más que público comprador al que vender, no un productor con el que competir. En esto no tenemos media torta. 

En el mundo de hoy, la maestra de los cuatro continentes restantes durante 2.000 años, no pita mucho. 

Y va don Mario y nos da su receta: necesitamos invertir casi cerca de un billón de euros para igualar a Washington y a Beijing. Y eso está muy bien, me gusta que se invierta. Ahora bien, cuando hablamos de una inversión la pregunta es: ¿de dónde sacamos el dinero?

La respuesta de Draghi es la propia de un banquero de inversión: emitir deuda. Eso sí, desde que dejó los tirantes en Goldman Sachs y se convirtió en un encorbatado y serio gobernador del BCE y primer ministro, Draghi ha pulido sus modales y ahora habla de deuda mutualizada, el acabose del europeísmo.

Ahora bien, los hay, Charles Dickens, mismamente, a los que no les gusta ni la deuda que pagaremos todos al mismo precio, ni aquella otra que pagaremos cada uno a un precio distinto. Lo que no nos gusta es la deuda, ningún tipo de deuda. Nos gusta la economía del ama de casa: si no tienes dinero para comprar algo, no lo compres, no hay mejor deuda que la que no existe y, ante todo, si los ingresos no te dan, no aumentes la deuda, reduce los gastos.

Lo que necesita Europa es reducir su ruinoso Estado del Bienestar. Pero esa opción Draghi no se atreve ni a plantearla. Y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (Darth Vader), tampoco. 

Pero lo que sí es cierto es que Europa ha perdido la batalla de la productividad, frente a Estados Unidos y China. Y también lo es que debe defenderse sola

Draghi también propone una energía más barata. ¿Y cómo hacer eso con las renovables? El problema de la economía europea es la ecología, pero Supermario tampoco se atreve a romper con la religión climática.  

Por cierto, eso sí que es un problema en el que Pedro Sánchez está metiendo a Europa: proponer a Teresa Ribera como comisaria verde, porque eso disparará todavía más el coste de la energía. Lo de las renovables baratas de doña Teresa, es otra engañifa ecologista, consistente en aplicar una contabilidad analítica realmente curiosa, con una especie de agujeros del tiempo. Convertir en precio de mercado aquello que tan sólo es un precio regulado procedente del Mix que marcan los políticos y porque en el coste de las renovables no computa la ingente aportación de dinero público y de subvenciones a la inversión privada aportada por el Estado. 

De cualquier forma, no se apuren: para nuestra desgracia, España será la primera en darse cuenta de que las renovables no abaratan la energía, pues su periodo de gracia se termina. Ningún político puede subir el precio de la luz pero son los mismos políticos que no se atreven a romper con la ruinosa Agenda 2030 o con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Ahora bien, en lo que tiene razón el informe del señor Draghi es en el diagnóstico: Europa ha perdido la batalla de la productividad y ahora toca trabajar duro y "vivir peor" durante un tiempo, entre otras cosas reduciendo ese Estado que nos cuida, es decir, que nos malcría, desde la cuna a la tumba. Europa ha perdido la batalla de la productividad frente a Estados Unidos y China y eso no se cambia en un día ni en una generación si no es con mucho esfuerzo y  sin muletas públicas.

Y también es cierto que Europa debe defenderse sola. Ahora bien, mientras en la Unión siga mandando ese progresismo trasnochado, tontamente pacifista y, como se dice ahora, buenista, no vamos a ningún sitio. Por de pronto, si el Informe Draghi apuesta por la autodefensa europea, debería defender, desde ya mismo, el regreso al Servicio Militar Obligatorio.

Y de paso, y esto es lo más importante, para todo ello y para otras muchas cosas, Europa necesita volver a ser ella misma, recuperar sus principios cristianos. Porque el problema es que sin principios sólo hay finales. El posible final de la Unión Europea, del que habla Mario Draghi en su informe.