La puesta en marcha del euro digital estaba prevista para 2026 o 2027, pero la presidenta del BCE, Christine Lagarde, sorprendió a todos cuando el pasado 6 de marzo, tras la reunión mensual en la que volvió a rebajar el tipo de interés, adelantó la fecha a octubre de este año. “Nos estamos preparando para esa fecha” afirmó durante la rueda de prensa. Lagarde, no obstante, admitió que “no podremos avanzar a menos que las demás partes, las partes interesadas (Comisión, Consejo y Parlamento) completen el proceso legislativo”, señaló.

Pero, ¿por qué tanta prisa de repente? No es casualidad que este arreón se produce tras el rechazo de Donald Trump al dólar digital y, sobre todo, tras el veto y posterior encarcelamiento de Georgescu, ganador de las elecciones en Rumanía -noviembre 2024-, por orden directa de Bruselas. Por orden del Tribunal Constitucional de Rumanía, Georgescu no se podrá presentar el próximo 4 de mayo, fecha fijada para la repetición electoral. Y todo porque a Bruselas no le gusta el personaje, como tampoco le gustaba Meloni, lo que llevó a Urusula Von del Leyen a amenazar diciendo que la UE dispone de “herramientas” si “las cosas se ponen difíciles”.

Vayamos al grano: el objetivo de la Comisión Europea -instrumento predilecto del Nuevo Orden Mundial (NOM), junto a la ONU- es instaurar un gobierno global europeo de ideología woke -o progresista-, con sede en Bruselas y la pata económica en Fráncfort, en la sede del BCE.

A Von del Leyen y a Lagarde les han entrado las prisas porque ven que la reacción anti-woke provocada por Trump se ha acelerado y amenaza seriamente el proyecto del NOM para Europa, cuya herramienta económica es el euro digital, que no sólo es el primer paso para acabar con el dinero en efectivo, sino el primer capítulo del fin de los bancos privados, tal y como los conocemos actualmente.

Porque, ¿para qué tener bancos privados si podemos centralizarlo todo en una única entidad pública? No es ninguna exageración y el ex gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez (Mafo) ya habló de ello en diciembre de 2020 en un artículo titulado “Adiós a los bancos”.

Desde el BCE insisten, naturalmente, en que el euro digital no acabará ni con los bancos ni con el dinero en efectivo, sino que será un “complemento” del efectivo. Lógico: ¿se imaginan a Lagarde aseverando lo contrario? Provocaría el rechazo inmediato de todos los europeos.

“Lo único que pedimos es que el euro digital tenga el mismo tratamiento que el efectivo, pero todavía no sabemos cómo lo van a hacer. Hay mucha incertidumbre”, afirmó el presidente de la plataforma Denaria, Javier Rupérez, el lunes, durante la jornada ‘Inclusión financiera en España: el efectivo como solución segura y sostenible’, celebrada en el Congreso de los Diputados. Conviene recordar que España es uno de los países más restrictivos, sino el que más, en cuanto al uso de efectivo y sólo se permite transacciones inferiores a 1.000 euros.

“Sabrán si compro tabaco, el champú que uso y controlarán el número de euros digitales que podemos tener. En octubre se va a hacer una prueba potente y hay riesgo de colapso”, afirmó José Luis Fernández Santillana, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma).

En definitiva, el euro digital se acelera porque Bruselas tiene prisa por controlar a los ciudadanos europeos. No significa que lo vaya a lograr, pero lo que es seguro que es va a poner toda la carne en el asador. Por eso hay que oponerse con todos los medios posibles, por ejemplo, utilizando efectivo más que nunca, como si no existieran las tarjetas, el móvil o bizum. Está en juego nuestra libertad personal.