Deutsche Bank parece dispuesto a rivalizar con el HSBC por la medalla de oro a la entidad más tramposa. Empeño está poniendo, desde luego, y la última es de la filial española en la que, según Financial Times, algunos empleados habrían actuado con “mala fe” en la venta a empresas de derivados con divisas, esto es, productos complejos no aptos para todos los clientes.

Por ejemplo, el grupo García Carrión -vinos Don Simón, Pata Negra, Jaume Serra…- por cierto, actualmente en pleitos con Rami Aboukhair, al que el banco tuvo que indemnizar con 10 millones de euros.

El caso es que la entidad, como cualquier otro banco europeo, está obligada a clasificar a los clientes en categorías según sus conocimientos y experiencia financieros, para luego ofrecerles sólo los productos aptos para ellos. Al parecer, el banco no realizó esa clasificación, recogida en la directiva europea Mifid, y algunos empleados vendieron productos complejos a clientes no cualificados.

Otro que está en esta situación es Palladium Hoteles, que le reclama 500 millones de euros.

Todo esto sucede apenas ocho meses después de la dimisión de Asoka Woehrmann, ex CEO de DWS, la gestora del banco, por el greenwashing o ecoblanqueo: la compañía inflaba los datos sobre los fondos sostenibles gestionados con el objetivo de colocar esos productos entre los inversores.

Relacionado

“Durante los últimos tres años y medio hemos transformado con éxito Deutsche Bank”, afirmó el CEO, Christian Sewing, durante la presentación de resultados anuales. Lo decía, no por las demandas contra la entidad, sino porque en 2022 ganó 5.025 millones de euros, el beneficio más elevado de los últimos 15 años. Claro que buena parte de ese récord se produjo por el ajuste de valoración de activos por impuestos diferidos de 1.400 millones de euros, frente a los 274 millones de 2021.

“Todo esto demuestra un buen impulso en el camino hacia nuestros objetivos para 2025”, señaló el director financiero, James von Moltke. Unos objetivos libres de actuaciones de “mala fe”, suponemos.