La presentación, este martes, del resultado del último ejercicio fiscal, cerrado el 31 de marzo, ha sido la puesta de largo, el estreno de Margherita Della Valle ante los analistas y ante el mercado en general, como consejera delegada de Vodafone, cargo que ocupa desde finales de abril, aunque tomó las riendas del grupo, de manera interina, desde la salida de Nick Read a finales de 2022.

No le ha salido como esperaba. Lo cierto que los resultados no han sido buenos, con ingresos por servicio y Ebitda a la baja, y un beneficio estratosférico (+233%) sólo gracias a la venta parcial de Vantage Towers a los fondos KKR y GIP, pero tampoco eran merecedores de un castigo tan duro por parte de los inversores, que provocaron una caída de la cotización superior al 7% en bolsa.

Efectivamente, el resultado no fue bueno, pero las medidas anunciadas por Della Valle tampoco convencieron al respetable. Hablamos, principalmente, del ajuste de plantilla que supondrá la salida de 11.000 empleados, alrededor del 12% de la plantilla del Grupo, durante los próximos tres años.

Resulta especialmente llamativo porque, en general, el mercado suele reaccionar justo al contrario a como lo hizo este martes, es decir, al alza: los inversores -los fondos- aplauden cuando una empresa anuncia que reducirá el número de empleados poque entienden que eso reducirá los costes -en este caso el objetivo son 1.000 millones de euros- y mejorará la eficiencia. En este caso, sin embargo, no fue así.

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Tampoco convenció el resto del discurso: “Mis prioridades son los clientes, la simplicidad y el crecimiento. Simplificaremos nuestra organización, eliminando la complejidad para recuperar nuestra competitividad. Reasignaremos recursos para prestar el servicio de calidad que esperan nuestros clientes e impulsar el crecimiento desde la posición única de Vodafone Business”, anunció a un mercado escéptico.

Della Valle tiene muchos deberes encima de la mesa. “Los mayores mercados de la empresa no están funcionando como se esperaba o necesitaba, por lo que queda mucho trabajo por hacer”, afirmó refiriéndose a Reino Unido, Alemania, Italia… y España, un mercado “muy difícil que no tiene un rápido arreglo”, según la CEO. En otras palabras, la filial, bajo el mandato del portugués Mário Vaz, revisará su estrategia con el objetivo de maximizar el valor para los accionistas, lo que ha sido interpretado por el sector como ponerla en venta.