Práxedes Mateo Sagasta pronunció una de las frases que sientan escuela y que, por lo tanto, han entrado a formar parte de la historia parlamentaria española por derecho propio. La alternancia del conservador Cánovas del Castillo, el progresista de la época, no se parecía en nada a nuestro Pedro Sánchez, era un tipo, si no humilde, sí al menos modesto y ello le llevó a exclamar: “Dado que gobernamos mal, al menos gobernemos barato”. Una forma de decir: si el Gobierno es el problema, empequeñezcamos al Gobierno para que sea un problema menor.

Sagasta debía saber que la humildad es la verdad y se trata de una virtud muy útil en este mundo y en el otro: en el otro porque el soberbio se condena y porque, en la vida presente, quien no está en la verdad vivimos en la demencia. A fin de cuentas, el loco no es sino aquel que no ve la realidad tal cual es.

Sagasta reconoció que gobernaban mal. Ahora oyes hablar a Pedro Sánchez y sólo escuchas un auto-ditirambo permanente.... y ya saben ustedes que la autoalabanza apesta. Además, dos de sus dos vicepresidentas, Marisu Montero y Yolanda Díaz, semejan lo contrario de don Práxedes: “Gobernemos mal, qué más da, mientras nos voten la legión de vagos y paniaguados del Estado y esquilmemos a la clase media, al propietario de algo, en resumen, al hombre libre, continuaremos sentados en la poltrona”.

El mejor consejo que se le puede dar a la socialdemocracia de izquierdas de Sánchez y a la socialdemocracia de derechas de Feijóo es que, dado cómo nos gobiernan o pretenden  gobernarnos, por favor, que nos gobiernen barato.

O sea, menos impuestos y, sobre todo, menos burocracia, menos normas. Recuerden las ocho palabras malditas de Ronald Reagan: “Soy del Gobierno y he venido para ayudar”. Eso sí, ¿el Gobierno es malo por ser público? No, el Gobierno es malo porque es grande y todo lo grande es ingobernable y acaba abusando de lo pequeño. Pero eso queda para otra ocasión.