En el Consejo de Ministros del próximo martes 4 de febrero, con el sólo apoyo de los dos sindicatos de origen marxista, CCOO y UGT, el Gobierno de España aprobará la reducción de la jornada laboral hasta las 37,5 horas semanales.

En la práctica ya es la jornada que se estila en muchos sectores. Es más, existen dos tipos de españoles: los que trabajan más de 40 horas a la semana -a veces mucho más- para sacar adelante a su familia con cierta dignidad, por ejemplo, con un piso en propiedad y proporcionándoles una buena educación -siempre privada, naturalmente- a sus hijos, lo que implica un sobrecoste- es decir, la clase media, a la que este Gobierno se lo ha puesto más que difícil.

Por otra parte, está la clase proletarizada, que se conforma con un sueldo bajo, completado con servicios públicos gratuitos y, a ser posible, una subvención pública.

Por cierto, los primeros, los españoles que trabajan duro para mejorar el nivel de vida de los suyos, suelen ser, en contra de lo que reza el lugar común progre, los que más tiempo dedican a su familia, los que mejor concilian... porque es la clase media que se preocupa por los suyos, que está dispuesta a esforzarse y vive del mérito. El otro, el proletarizado, el que sobrevive con lo público sólo se preocupa de tener pocos hijos -si es que tiene alguno- y se justifica diciendo que no puede tener más... y con su planteamiento de vida, es cierto.

Antonio Garamendi lo está haciendo bien en esta su segunda legislatura... pero firmó la reforma laboral y dio la coartada al Sanchismo por los siglos...

Volvamos a la jornada laboral. En España ya se trabaja no más de 37,5 horas semanales de media. Por ejemplo, entre los burócratas. Lo cierto es que, al igual que ocurre con la jubilación, rebajar la jornada oficial implica un efecto arrastre que acaba reduciendo el tiempo real que se dedica al trabajo.

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Antonio Garamendi, presidente de la patronal CEOE, asegura ahora que reducir la jornada laboral es anticonstitucional. Ese no es el camino, don Antonio. El camino es decir que en España hay que trabajar más y mejor. Porque no es estoy de acuerdo: no le veo nada de inconstitucional, tan sólo es una barbaridad del Sanchismo y el sumarismo podemita: una más.

Por otra parte, en un país como España, con un problema de productividad y, por tanto, de competitividad, llama la atención que la prioridad consista, precisamente, en lo contrario: en reducir la jornada laboral.

Para ello, era necesaria una mentira de las gordas, la que alude al definición de que mentir es decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. ¿Difícil? No, para eso tenemos a la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolandísima y los líderes sindicales Unai Sordo y Pepe Álvarez. Los tres coinciden en un axioma imbatible: si trabajas menos, produces más. Y el que quiera aprender que vaya a Salamanca.

Encima, el absentismo laboral se dispara. A la pereza y a la picaresca le llaman derechos laborales. Estamos haciendo una país de vagos que se niegan a trabajar y quieren sobrevivir de la subvención pública. Quieren trabajar menos y empiezan su vida laboral sin ilusión alguna, pensando ya en la jubilación

La mentira es tan gorda que nuestra grandísima embustera centrífuga, de nombre Yolanda Díaz, siempre pedante, ha invocado -lo hizo ayer lunes- hasta al Papa Francisco, que nos ha asegurado que le apoya con entusiasmo en la reducción de jornada. Por supuesto que es mentira pero una mentira más, ¿qué importa?

El sofisma mayor de esta nueva 'reforma por los derechos laborales' es esta tesis de que a menor trabajo más productividad. Algo así como 'cuanto más gastas, más tienes', o 'cuanto más corres menos te cansas' o 'cuanto más comes más adelgazas'. Porque yo lo digo, en evidencia científica.

Y no pasaría nada si se tratará de un debate entre amigos sobre la teoría del azar y la contradicción creativa. Lo malo es que este sofisma acaba en el BOE y resultará de obligatorio cumplimiento o, al menos, poseerá ese efecto arrastre del que antes hablaba.

A mí, Yolanda me ha convencido: si trabajas menos, produces más: ¡Prrrrr!, ¡Prrrrr! ¡Prrrrr!...

Y lo peor es que ha convencido a media España.

Encima, el lunes se conocía un estudio sobre el absentismo laboral, que concluye que el tal absentismo se ha disparado en España. Ahora, un país, antes laborioso y esforzado, se ha convertido a la pereza y a la picaresca, a la que califican como derechos laborales. Estamos -todos, no sólo Yolanda Díaz- forjando una país de vagos e indolentes, que se niegan a trabajar y quieren sobrevivir de la subvención pública, que quieren trabajar menos y ya empiezan su vida laboral sin ilusión alguna, pensando en la jubilación... y sin tener los hijos necesarios para que les paguen esa jubilación. No, no es que en otros países se viva mejor, en ningún país se vive como en España, es que tenemos lo que nos merecemos: la pereza nunca dio réditos y la supervivencia nunca provocó la felicidad que se consigue mediante el mérito y el esfuerzo, esto es, con la satisfacción de haber cumplido el propio deber y de haber colaborado al bien común.