Estamos ante el Ministerio de la Verdad: tú pensarás lo que yo quiera. Y punto
El Consejo de Ministros del martes 15 de septiembre de 2020 pasará la historia de la infamia. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, presentó el proyecto de Ley de Memoria Democrática.
De entrada: el objetivo no era Franco, era Cristo, no era el franquismo, sino el cristianismo. No se trataba de desenterrar al dictador: se trataba, se trata, de descristianizar España.
Pero en esta tenida masónica, Carmen Calvo dio un paso más, que podría ser final, hacia el pensamiento
Carmen Calvo dio el paso final hacia el pensamiento único: lo privado con “repercusión pública” también puede ser intervenido. Ocurrió cuando una periodisra le preguntó por la Fundación Francisco Franco, que el Gobierno piensa suprimir para evitar que se enaltezca la figura del dictador. ¡Pero si es la fundación de su familia!
Con mucha lógica, la periodista preguntó qué ocurriría si los familiares de Franco cambian la fundación pública por una asociación privada.
Y la respuesta no se le habría ocurrido ni mismísimo Stalin. Y es entonces cuando la ministra exhibe su macedonia mental, siempre interesada: si lo privado tiene repercusión pública… también es perseguible. Es decir, que si yo apruebo cualquier cosa, lo que sea, del pasado o el presente, en mi casa y con los míos pero esa opinión tiene “repercusión pública” el Estado puede condenarme por ello
Carmen Calvo dio el paso final hacia el pensamiento único: lo privado con “repercusión pública” también puede ser intervenido
¿Quién fija la repercusión pública de una opinión privada? Doña Carmen Calvo, por ejemplo.
Estamos ante el Ministerio de la Verdad: tú pensarás lo que yo quiera. Y punto.