El Papa Francisco y José Luis Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española
Decíamos ayer que el exvicepresidente del Gobierno italiano, Matteo Salvini, había aconsejado abrir las iglesias, cerradas por orden gubernativa de ese chico tan elegante llamado Guiseppe Conte, en un claro ataque a la libertad religiosa.
Y contábamos también cómo la CEI (conferencia episcopal italiana), con su presidente Gualtiero Basseti a la cabeza, le respondía con una negativa feroz, asegurando que lo primero era la salud. ¿La salud física o espiritual, monseñor? Para un obispo, no está mal tan sanitaria respuesta.
Y en España también hemos informado del lamentable hecho de que los obispos, casi todos los obispos, con algunas encomiables excepciones, llegaran más allá del Gobierno y, lamentablemente, sí prohibieran las misas en nuestro país. Porque recuerden, Sánchez no ha prohibido las celebraciones eucarísticas aunque, gracias a ese ir más allá de los prelados españoles, la policía se está presentado en la eucaristías, y con gran respeto por el Santísimo y en un clara violación de la libertad religiosa, da por terminada la eucaristía y no se hable más. Y esto, aunque se estén cumpliendo todas las normas.
Ahora estamos ante el triduo pascual, las fiestas más importantes de todo el calendario cristiano: Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección. Y la pregunta, ¿cómo se celebra la Última Cena, la institución de la eucaristía… sin eucaristía?
La Iglesia vive de eucaristía, clamaba San Juan Pablo II. Y el Papa Francisco (Sínodo de la Amazonia) remachaba: “La Eucaristía hace la iglesia… y no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía”.
Pues eso: ¡Obispos despertad!
El resto me preocupa bastante menos: eso a lo que tanta importancia da el mundo -cofradías, procesiones- es importante como instrumento devocional, pero comparado con la Eucaristía, no hay color. Muy interesante y con gran atractivo turístico, pero nada que ver con el corazón de la Iglesia forjado, (Francisco dixit) en la Eucaristía "raíz y centro de la comunidad cristiana".
Los legionarios llevando en alzas al Cristo de la Buena Muerte es un espectáculo formidable. Pero no es la transustanciación.