Monseñor Luis Argüello
Las dos grandes aportaciones del secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, van al fondo de las cuestiones sobre las que gira el mundo del siglo XXI.
Semanas atrás, monseñor Argüello nos animaba a no tirar plásticos al mar y a reciclar convenientemente los residuos urbanos.
En la mañana del viernes, como primera rueda de prensa tras la elección del arzobispo de Barcelona como presidente de la Conferencia episcopal Española (CEE). Monseñor Argüello nos daba otra lección: recomendaba a las diócesis que cerrarán las pilas de agua bendita, que mucho cuidado con todo lo que se hace con las manos y que para rezar, mejor mirar que tocar (lo uno y lo otro, pero dejemos eso).
Hombre, algunos pedimos a los obispos españoles que abandonen su silencio pero no para esto
Está claro: estamos en lo importante. Aún diría más: en lo trascendental.
Hemos olvidado que la higiene tiene poco que ver con la pureza, higiene del alma
El problema es que las manos son agentes contaminantes del coronavirus pero este se trasmite por saliva… creen los expertos.
Así que siguiendo con la misma argumentación, donde lo importante es salvar el cuerpo del coronavirus. Y hasta podría ocurrir que a algún obispo se le ocurriera prohibir la comunión en la boca, no vaya a ser que alguna gota de saliva se deposite en las manos del oficiante.
A lo mejor Cristo tendría que elevar una queja por el hecho de que su cuerpo entrara en el aparato digestivo del personal, una capacidad cuando menos hedionda. O también, que a alguien se le ocurriera suprimir las eucaristías, lugar de reunión de muchos, y quién sabe si alguno ha pasado por Milán.
De los católicos, monseñor Argüello es el abandono en manos de Dios, no las preferencias higiénicas o sanitarias. Al parecer, hemos olvidado que la higiene tiene poco que ver con la pureza, higiene del alma.
Estamos en lo importante, en el Coronavirus
El historiador Javier Paredes contraponía en Hispanidad la cobardía de algunos sacerdotes, siempre prestos a cerrar templos y clausurar sacramentos, como en Padua, con la valentía de los sacerdotes españoles durante la guerra civil de 1936. Pues eso.
Para mi que el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José Luis Omella, tiene mucho trabajo por delante. Habrá que recordar que los curas nunca se salvan ni se condenan solos.