Abengoa, abocada a la quiebra
El caos cunde en la ingeniería Abengoa. Y por ahora no es que sea un caos creativo. La marcha de Gonzalo Urquijo, vendido por los accionistas minoritarios, ha provocado un vacío de poder que pone muy nerviosa a la banca acreedora. Y la Junta de Accionistas se celebrará el 4 de marzo. Para entonces, el aspirante a presidente por el equipo ganador, Clemente Fernández, anterior presidente de AMPER, asegura que puede aportar 30 millones de euros y promete la entrada de fondos de inversión. Pero ni sabemos quiénes son los fondos ni parece que esa cantidad baste.
Lo cierto es que ahora mismo Abengoa sufre una dura falta de liquidez. Fuentes internas de la empresa aseguran que peligra incluso la nómina de febrero, para los 3.000 trabajadores en España (en total ronda los 14.000 empleados) Justo además, cuando los 200 cargos clave de la compañía, (centrada ahora en la producción de renovables llave en mano), preferentemente ingenieros, les llegan ofertas de nuevas empresas surgidas al calor del boom de las renovables.
El expresidente de Amper juega con que los bancos pueden perder (entre avales y bonos) 500 millones de euros. El Estado otro tanto
Por otra parte, los bancos se niegan a hacerse con el control de la empresa, como hicieron en Pescanova, y no negaron a hacer en Duro Felguera o en Isolux. Una cosa es una pesquera y otra una ingeniería.
Y a la banca acreedora, en efecto, no el gusta la ausencia de CEO, desde la salida de Urquijo. Están dispuestos a una refinanciación mientras entre dinero fresco y veaN clara la pirámide de demanda. Ahora mismo, el primer ejecutivo de la compañía, con cargo de director general, es Joaquín Fernández de Piérola. El problema es que la banca no está dispuesta a facilitar los avales y líneas de créditos necesarias para proyectos si no se clarifica el equipo gestor, no sólo el administrador, y si no se aporta dinero nuevo.
Además, Clemente Fernández y los minoritarios de Abengoashares (Agrupación de accionistas de Abengoa) amenazan con querella en el caso de que se tomen decisiones -por ejemplo de enajenación- antes de que tomen definitivamente el control, es decir, antes de un mes. ¿Y si hubiera que enajenar activos para pagar la nómina?
Al final, el expresidente de Amper juega con que los bancos pueden perder (entre avales y bonos) 500 millones de euros. El Estado otro tanto. Pero esa no es una razón definitiva para seguir pidiendo dinero indefinidamente.
Próxima frontera: la nómina de febrero.