Comienza la XIV Legislatura con un Felipe VI melancólico y un vicepresidente que prepara el exilio real.
Probablemente en el peor momento para su reinado, que ya tiene un lustro de vida. SM Felipe VI, heredero de una dinastía centenaria y de una institución milenaria pero que, miren por dónde, “está deprimido”. Así me lo confiesa un monárquico, amigo personal del Rey. La primera respuesta sería ¿y a los españoles qué nos importa su melancolía, Majestad? Cumpla usted con su deber. Risueño o cariacontecido, pero cumpla.
El entierro de la Infanta Pilar y su cumpleaños sitúa al Monarca en la posición de Alfonso XIII ante la II República: si no le quieren, abandonará el Trono
Pero nuestra fuente insiste: el monarca asegura que si la gente no le quiere “me marcho”. Es decir, se sitúa en el mismo error de su bisabuelo, Alfonso XIII, quien, a pesar de haber ganado las elecciones (los Reyes también ganan y pierden elecciones) de 1931, se asustó ante las baladronadas del Gobierno provisional y se marchó de España para no provocar una sangría… que fue precisamente lo que provocó con su marcha.
Pues miren ustedes: si Alfonso XIII no supo mantener su posición y prefirió el exilio, no les digo nada un Felipe VI, mucho menos firme en los principios cristianos que han forjado España y que, ojo, han supuesto un pacto entre la Monarquía y el pueblo… que ha sostenido la monarquía a lo largo de los siglos. Pues Felipe VI es un rey mucho más progre, mucho más blando que su bisabuelo.
Alfonso XIII hizo frente a la masonería y se negó a imponer el laicismo, la enseñanza pública y la marginación de la Iglesia que le exigían ‘los hijos de la viuda’, algo a lo que no se va a oponer Felipe VI.
Pablo Iglesias alienta el movimiento de referendos populares por la III República y anima a separatistas vascos y catalanes a unir sus reivindicaciones independentistas con el cambio de régimen
Y encima, el Monarca está deprimido para defender, no ya las raíces cristianas de España, sino la propia institución monárquica. Felipe VI se negó a aplicar la Operación Borrell es decir, amenazar a Pedro Sánchez con encargar la formación de gobierno a otros socialistas, por ejemplo a José Borrell, si se empeñaba en un Gobierno frentepopulista con los comunistas de Podemos… tal y como proponía Felipe González.
No se atrevió entonces y, ahora, Pablo Iglesias, muy contento y nada deprimido con su papel de vicepresidente, organiza referendos pro III República en distintos lugares de España para conseguir esa misma apariencia del llamado Gobierno provisional de 1931: el pueblo no te quiere Majestad, márchate.
Y Sánchez considera que le ha tomado la medida al Monarca: no se atrevió a plantarse -Operación Borrell- frente al gobierno socio-comunista. Ergo, no se plantará nunca
Encima, Pedro Sánchez considera que le ha tomado la medida al Rey: no se atrevió a plantarse -la precitada Operación Borrell- frente al gobierno socio-comunista. Ergo, no se plantará nunca.
En el entretanto, Pablo Iglesias, además de los referendos populares -muy populares pero en los que sólo votan los republicanos-, anima a separatistas catalanes y vascos –con más éxito entre los primeros que entre los segundos- a unir sus ansias separatistas con el ideal republicano (o sea, el democrático) y con críticas cada vez más duras a SM Felipe VI. Sí, con más logros en Cataluña porque al PNV lo que le interesa más que tumbar la monarquía es, por ejemplo, hacerse con el control del BBVA.
Con su actitud, la Reina Letizia no hace otra cosa que ayudar a los enemigos de la monarquía. Por tanto, de su hija Leonor
Y de guinda, la actitud de la Reina Letizia, que no hace otra cosa que ayudar a los enemigos de la monarquía. Por tanto, de su hija Leonor. Un témpano de hielo con sus cuñadas, las infantas Cristina y Elena hasta en el funeral de la Infanta Pilar, precisamente la tía del Rey que nunca dudó en poner firme a Doña Letizia cuando ésta volvía a estar “fuera de control”. Al parecer no se da cuenta de que a quien realmente perjudica con su actitud no sólo es a su esposo, sino a su hija Leonor, heredera al Trono.
Y la solución a todo esto, Majestad, no es celebrar su cumpleaños con los amigos, un acto que no da para mucho institucionalmente.