• Es sólo un botón de muestra de una economía hundida durante los 12 años de presidencia de Kirchner.
  • El reto está en pasar de un modelo basado en las subvenciones públicas a otro, más lógico.
  • Pero el ajuste no se resuelve en unos meses: ni en las tarifas energéticas o del transporte ni en los sueldos.
  • Argentina necesita, además, inversiones extranjeras y financiar la deuda.
  • Por eso regresa el FMI, después de 10 años de relaciones rotas.
El gran desafío económico desde que llegó al poder el presidente argentino, Mauricio Macri (en la imagen), ha sido cómo cambiar el rumbo del país hacia un modelo económico más flexible, frente al modelo opuesto, de corte populista, que dejó atrás Cristina Fernández de Kirchner, instalada en la Casa Rosada durante 12 años. Macri se afana en un ambicioso plan para impulsar la economía y recortar el gasto público y para ello es necesario abandonar el grifo permanente de las subvenciones públicas (una pesada carga para el Estado), pero se topa o bien con la contestación ciudadana o con fallos judiciales que lo detienen, como en el caso de la subida de las tarifas del gas. Macri acierta en el fin, pero no en el ritmo con el que aplica los medios. Pero el tarifazo en el gas no es la única ni el único frente. Con la subida del gas, el Gobierno calculó que el Estado podía ahorrarse unos 4.000 millones de dólares, equivalentes al 1,5% del PIB argentino. Así la cosas, Macri autorizó a principios de año una subida de las tarifas del 300%, al que se sumaron otras posteriores, hasta el 1.000%. La medida fue recurrida y el 19 de agosto la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia inapelable con la que obliga al Gobierno a retrotraer las tarifas a los precios vigentes en marzo para los ciudadanos. No se pronunció, sin embargo, sobre la subida para la industria, que también ha recurrido. Ahora bien, no son las únicas subidas. Se han aplicado también al agua, el transporte, la electricidad, etc. Con porcentajes que asustan. Las subidas salariales son otro capítulo. Los maestros, otro ejemplo, están planteado ese problema en estos momentos, con huelgas y concentraciones. Exigen nuevas alzas porque la inflación ha subido bastante más de lo previsto por el Gobierno (el 40%, no entre el 20-25%). El aviso de los maestros se ampliará después a otros colectivos por la misma razón. Son la avanzadilla en las negociaciones salariales pendientes. Sitúen en este contexto, en fin, el aplauso que ha recibido Macri del Banco Mundial o la OCDE por sus medidas. Pero un ajuste del calibre que necesita Argentina no será fácil -pasa también por el reordenamiento institucional-, teniendo en cuenta la dependencia de los argentinos de las subvenciones públicas. O en los salarios, de la parte importante que se paga con dinero negro. La polémica subida de las tarifas del gas, que ha golpeado a la mayoría de los argentinos y de las empresas dibuja el contraste entre Macri y Kirchner (2003-20015). La esposa de don Néstor paralizó durante años esas tarifas por la vía de los subsidios (cubiertos por el Tesoro), y Macri ha intentado poner freno a la sangría que supone en las cuentas del Estado, pero no escalonadamente, sino de un plumazo. A todo lo anterior se une la auditoría de las cuentas públicas argentinas por parte del Fondo Monetario Internacional. Serán las primeras después de 10 años. Porque también en este punto, Macri desea la normalización de relaciones, rotas en la etapa de Kirchner. De eso dependerá la financiación de la deuda y también la llegada de inversión extranjera, esencial para Argentina. Ha sido la petición que ha lanzado el presidente en todas las oportunidades que se ha encontrado o ha buscado en el exterior. Miriam Prat miriam@hispanidad.com