Consagración clandestina...y multitudinaria
Sólo al final, muy al final, de su homilía, el cardenal-arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, pronunció la palabra España, en la homilía de la Eucaristía en la que se consagraba España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles. El núcleo de su mensaje estuvo dedicado al amor al prójimo… lo que constituye un punto central de la doctrina, cierto, pero era el motivo de la Eucaristía celebrada en el centro geográfico de España, al sur de Madrid, la capital del Estado. Allí se habían convocado miles de personas (con un llamamiento no muy entusiasta por parte de la jerarquía, dicho sea de paso) para asistir a la consagración del país al Sagrado Corazón de Cristo, cuando se cumplen 100 años de la otra Consagración de España a Cristo. Sí, la que el 30 de mayo de 1919 protagonizó Alfonso XIII, tras recibir las amenazas de los masones, que le exigían, si quería mantenerse en el Trono de España, leyes de divorcio, enseñanza anti-religiosa y laicismo en todas sus formas.
La consagración de España fue la respuesta de Alfonso XIII, también en el Cerro de los Ángeles, tal y como ha contado en Hispanidad el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, Javier Paredes.
El mal de la Iglesia española está dentro y arriba: se llama cobardía. Y algunas ovejas les marcan el camino a los pastores. Y a los Reyes, también
No ha estado muy valiente el Rey de España, Felipe VI, muy laico él, quien se marchó a Panamá para no asistir al acto. Curioso, porque en cuanto llegó al Trono dejó de acudir a las tomas de posesión de los presidentes hispanos. Todo el contacto con el mundo hispano lo dejó en manos de su padre -ahora retirado-. Y de su esposa, Doña Letizia Ortiz.
Pero no sólo eso. Es que miles de españoles pidieron al Monarca que presidiera la consagración de España al Sagrado Corazón. Vean la respuesta que recibieron del jefe de la Casa Real, el inefable Jaime Alfonsín: ni tan siquiera respondía a la petición popular pero daba cuenta de que habían recibido la petición de más de 16.000 personas y les saludaba a todos ellos. Vamos, un acuse de recibo (ver imagen inferior y/o el documento adjunto). La cobardía no es ajena a los jefes de Estado.
Además, se trataba de la consagración de España, no de Madrid, ergo debería haber sido presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, o por el primado de España, monseñor Braulio Rodríguez, quien si presidió la procesión del Santísimo.
En cualquier caso, nuevo mensaje de Margarita del Llano: ¿Por qué estáis esperando las órdenes para amarme? ¿No sabéis lo que tenéis que hacer
Porque lo que se ha hecho el domingo 30 de junio de 2019, tal parece que ha sido una consagración clandestina, al menos vergonzante.
Al final de la ceremonia, el propio cardenal Carlos Osoro, realizó la presunta consagración de España, la que tenía que haber hecho el jefe del Estado.
En cualquier caso, no es posible evitar la comparación entre la Consagración valiente de Alfonso XIII… frente a la consagración fallida de Felipe VI.
En cualquier caso, lo más grave que demuestra todo lo que rodea a esta consagración clandestina, sino fuera por la masiva asistencia de fieles, es esto: el mal de la Iglesia española está dentro y arriba: se llama cobardía. Porque lo ocurrido el domingo 30 de junio en Getafe es algo así como pretender curar el cáncer con cataplasmas, Era el mejor momento para que los pastores hablaran sobre la que quizás sea la crisis más profunda que haya vivido la fe en España. Cuando menos, se vislumbra una esquizofrenia entre la vida religiosa privada y su nula influencia en calle.
Aunque también hay mucha cobardía en el laicado, que no todo es responsabilidad de la jerarquía. Pero lo cierto es que los laicos presentes en Getafe terminaron la ceremonia gritando ¡Viva Cristo Rey!, al que se respondió con unánime: ¡Viva!
¿Era un grito fascista? No, el precitado profesor Paredes explica que una cosa es la laicidad, o separación de la Iglesia de la política y otra, muy distinta, el laicismo, que se concreta en esa esquizofrenia por la que muchos católicos satisfacen a los cristófobos expulsando a Cristo de la vida pública y reduciendo su presencia a la intimidad de las conciencias. Es decir, imponiendo la censura a los católicos e impidiendo la exigencia evangélica de convertir a todas las gentes.
Durante la II República y la Guerra Civil de 1936 y 1939, muchos dieron su vida por la fe al grito de Viva Cristo Rey, que no es un grito fascista sino de coherencia entre lo creído, lo vivido… y lo anunciado. Porque la redicha esquizofrenia entre lo público y lo privado constituye el peor pecado del catolicismo español actual. Su nombre: cobardía. Y ya lo saben: al que me negare delante de los hombres…
Es hora de que los obispos despierten. Y con ellos, el resto de los católicos españoles. ¿Y el Rey actual? También.
Para finalizar, la Consagración ha propiciado un nuevo mensaje de Cristo a la profeta -al menos yo así la considero- madrileña Margarita de Llano. En este mensaje sobre la Consagración, entre otras cosas, se dice lo siguiente: “No están todos los obispos de España, sois un pueblo sin dirigentes… ¿Por qué estáis esperando las órdenes para amarme? ¿No sabéis lo que tenéis que hacer?”. Y con eso está todo dicho.