José Jara, presidente de la Asociación Bioética de Madrid, alza la voz: “Es muy importante insistir una y otra vez en que con la eutanasia perdemos todos”
Como se sabe, en España, el Congreso de los Diputados dará el visto bueno definitivo este jueves a la Ley que regula la eutanasia, que ya ha superado su tramitación en el Senado, y que entrará en vigor dentro de tres meses.
En ese contexto, Religión en Libertad ha entrevistado al Dr. José Jara, presidente de la Asociación Bioética de Madrid.
En la entrevista, apunta que: “El Estado debería dedicarse a facilitar ayudas: asistencias a domicilio, acceso a residencias asistidas, menor lista de espera para unidades hospitalarias de control del dolor, soportes económicos a personas vulnerables y cuidados paliativos, entre otras opciones. Sin embargo, hemos sustituido todo ese debate sobre prestaciones asistenciales por el de la eutanasia. Es decir, lo hemos derivado hacia la opción de pedir la muerte voluntaria”.
“En vez de prevenir y evitar las ideaciones suicidas, como se hacía hasta ahora, con solidaridad social, la nueva legislación ofrece como salida el pedir la muerte. ¿No es este encubrimiento de nuestras carencias sociosanitarias muy cruel? En Canadá, con una población similar a la de España, se ha publicado que desde que se aprobó la eutanasia en ese país, el Estado ahorra 100 millones de euros anualmente. Nos deberíamos preguntar a quién beneficia esto”.
Preguntado por qué resistencias pueden hacer los sanitarios, los pacientes o las asociaciones civiles ante la eutanasia, ha respondido: “Los profesionales directamente implicados ante una petición de eutanasia, además de no acomodarse ante este nuevo ‘derecho’, deben decir ‘no con mis manos’ y elaborar un activo plan alternativo personalizado que dé respuesta eficaz a la situación de sufrimiento. Para ello, en el tiempo y durante el proceso deliberativo que marca la ley, deberían coordinar un plan urgente con los especialistas que se precisen, psicólogos, trabajador social, etc. que permita lograr, así, la retirada de la petición de eutanasia por el propio paciente”.
Advierte a los profesionales sanitarios que “la ley será de obligado cumplimiento. Formará parte del catálogo de prestaciones asistenciales del sistema público de salud. Sólo quedará el recurso a la objeción de conciencia, que debe ser consignado en un Registro oficial. Sin embargo, las comunidades autónomas podrían aprobar un desarrollo posterior de la ley que protegiera mejor la privacidad de los profesionales, quizás a través de los colegios de médicos. Es una posibilidad que podría estudiarse si hay voluntad para ello.
Un grupo de discapacitados holandeses decía hace unos años en una carta pública: “Sentimos que nuestras vidas están amenazadas”
“En Holanda ya se contempla que quien administra el fármaco letal no sea un médico, sino un 'consultor del fin de la vida'. La eutanasia no se implantará en nuestra sociedad si los médicos mayoritariamente no quieren colaborar. Habrá casos aislados, como hasta ahora, con mucho ruido en los medios, pero si se mantiene el rechazo ético hacia ese tipo de actuaciones, la implantación de la eutanasia fracasará. Por eso es muy importante mantener el pulso de esta nueva lucha moral, insistir una y otra vez en que con la eutanasia perdemos todos”, añade Jara.
Ante la pregunta de qué recomienda a los médicos y sanitarios que siguen la ética tradicional hipocrática de "cuidar, no matar" ante esta cultura del matar que va manchando a la profesión, el doctor responde: “Un grupo de discapacitados holandeses decía hace unos años en una carta pública: “Sentimos que nuestras vidas están amenazadas”. Todos los profesionales de la salud deberíamos recordar qué nos llevó a elegir esta profesión. Sin duda, entre las razones que nos llevaron a hacer esta opción, se encontraba el deseo de ayudar con nuestro buen hacer y nuestros conocimientos a las personas enfermas. No deberíamos confundir la intención de eliminar el sufrimiento con el hecho de eliminar al que sufre. Recordemos que nuestro compromiso básico es, como menciona un antiguo aforismo, “curar siempre que se pueda, cuidar cuando ya no se pueda y acompañar siempre”. Un reciente eslogan en contra de la colaboración con la eutanasia enfatizaba “No con mis manos”. Por tanto, siempre deberíamos ofertar planes de atención integral al sufrimiento".