El cristófobo Sánchez puede gobernar con holgura sobre una España incoherente.
Sorprende que el número de españoles que se confiesan católicos crezca un punto y medio, hasta el 69%, según el último barómetro del CIS, mientras Pedro Sánchez se erige como el ganador indiscutible de las elecciones del 28-A. Porque Sánchez es una cabeza con pocas ideas y una sola ideología: la cristofobia, si lo prefieren, el anticlericalismo. En esto, Sánchez intenta superar a Zapatero y por eso no protesta cuando se vuelven a repetir escenas guerracivilistas, como la entrada de unos energúmenos en la catedral de Alcalá de Henares mientras se celebraba la Eucaristía, con gritos blasfemos y amenazas a los fieles. Ya saben: “arderéis como en el 36”.
En la España actual reinan dos fenómenos: la confusión y la incoherencia
Y eso, sólo porque hay un obispo valiente –al menos uno-, el de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, que se atreve a hablar de la doctrina cristiana. Y, por cierto, con gran altura intelectual.
Pues bien, ni la izquierda ni la derecha se han atrevido a levantar la voz contra el atropello, que recuerda mucho el enfrentamiento entre las dos Españas que nos llevara a la Guerra Civil de 1936-39.
Tendencia española: la radicalidad se convierte en moderación y los principios cristianos en ultras: ya no se trata de despenalizar la eutanasia, sino de convertirla en un derecho
Sánchez, según el CIS –manipulado aunque esta vez menos, más en la corriente general- podrá gobernar con Podemos o con Ciudadanos, con los comunistas de Iglesias o con la derecha pagana y masoncilla de Albert Rivera. Después de lo que ha ocurrido desde junio de 2018… para echarse a llorar.
En resumen: en Moncloa han descubierto que la profanación, la blasfemia y cualquier menosprecio a los católicos resulta rentable ante las urnas. En nuestro país se ha creado una tendencia que convierte la radicalidad más aviesa en saludable moderación y los principios cristianos en ultras. Todo ello aderezado con el añadido de la tendencia, habitual en toda Europa, hacia la blasfemia contra el Espíritu Santo, la suprema inversión que supone convertir valores en antivalores y principios en aberraciones. Así, por ejemplo: ya no se promete la despenalización de la eutanasia, sino su conversión en derecho.
Mientras, el verdadero problema de España, el envejecimiento, pasa inadvertido en campaña
El objetivo final de la masonería progre española -y se trata de un objetivo global del Nuevo Orden Mundial (NOM)-, bajo cuya influencia operan los principales partidos españoles, y entre ellos Pedro Sánchez, es ilegalizar el crsitianismo, en concreto a la persona jurídica que es la Iglesia. Ejemplo: el Catecismo de la Iglesia condena la homosexualidad –que no al homosexual-. Por tanto, el Catecismo católico incurre en delito de odio, la Iglesia delinque y debe ser ilegalizada. Tal es el objetivo, por ejemplo, de don Pedro Sánchez.
Mientras, el verdadero problema de España, el envejecimiento, pasa inadvertido en campaña. A fin de cuentas, nadie ha ganado unas elecciones cantando verdades.
Y en medio de esa contradicción es como el cristófobo Sánchez puede convertirse en presidente, al tiempo que el número de los que se confiesan católicos, aumenta. Al parecer, en la España actual reinan dos cosas: la confusión y la incoherencia.