Ahora resulta que es Isabel Rábago quien le marca el camino a Pablo Casado frente a las feministas
El Partido Popular no asistirá a la manifestación feminista del 8 de marzo. Pablo Casado hace bien, porque iba a ser el pavo del convite. Pero ante el aquelarre global del próximo viernes, con epicentro en España, la actitud del nuevo líder del PP –no digamos nada del estrambótico feminista Albert Rivera- ha resultado pacata y un tanto despistada.
Si Pablo Casado quiere romper con la necia atmósfera feminista actual, que de eso presume, debe considerar que el feminismo, y estamos en la semana magnífica, se asienta sobre la gran mentira de que es la mujer quien está marginada, cuando la en verdad discriminada no es la mujer, sino la madre, es decir, la mujer-madre.
La secretaria de Comunicación del PP, Isabel Rábago, marca el camino: “No, no soy feminista. Soy femenina y me gusta ser mujer”
Es la maternidad la que discrimina a la mujer frente al varón durante la etapa de consolidación laboral -que coincide con la edad fértil-. Por tanto, la mujer que renuncia a la maternidad no tiene por qué quejarse de nada.
La opción feminista en este punto es muy clara: no tengamos hijos. Así, con esta antimaternidad -latente o explícita, o ambas cosas a la vez- en el actual feminismo no se puede hablar de discriminación, aunque implique el efecto colateral del envejecimiento de la población, que es la antesala de la ruina de las pensiones.
Al menos, el presidente del Partido Popular ha acertado al no sumarse a la manifestación-estafa del 8 de marzo
Por tanto, para que don Pablo se aclare, no es la mujer la que debe ser protegida desde el Estado, sino la madre. El salario maternal por hijo, mucho más generoso que los 100 euros mensuales del momento presente, y no hasta los 3 años, como en el momento presente, sino hasta que el hijo abandone el hogar, se impone como el gran problema que la derecha puede ofrecer a la mujer frente al feminismo necio que se nos impone durante esta semana y en el que creen todas las mujeres con sentido común, millones de españolas… que no salen en la tele.
En resumen, Pablo Casado hace bien en no acudir al aquelarre del 8 de marzo pero debía aclarar sus ideas. De entrada, su secretaria de Comunicación, Isabel Rábago, le ha marcado el camino, cuando afirma: “No, no soy feminista. Soy femenina y me gusta ser mujer”. Naturalmente, la han crucificado. Ya se sabe que el feminismo es muy tolerante. No tienen más que ver a la vicepresidenta Carmen Calvo.
Rábago habrá estado en Sálvame pero ahora da en el clavo. Y, sobre todo, ante el silencio ominoso de tantas mujeres, se atreve a enfrentarse a la necia atmósfera del "todos y todas".