Vacunas secretas: ¿por qué?
Lunes 3, por la tarde. Comparecen en rueda de prensa telemática, el ministra de Sanidad, Salvador Illa, y la ministra de las autonomías, Carolina Darias. A esta última, como presunta sucesora de Illa, por fin le formularon preguntas los periodistas.
A Hispanidad, naturalmente, el Gobierno le niega la palabra. Es la ventaja de la rueda de prensa telemáticas: se puede censurar a quien quieras y nadie, ni tan siquiera los otros periodistas, se enteran.
Gracias al coronavirus, el hombre actual vive histérico ante el devenir y recluido en sí mismo, sin disfrutar de la vida porque está obsesionado por la supervivencia
En estas vacunas de las mentiras, en esta pandemia que es ‘plandemia’, de nuevo se despliega la inmensa caradura del ministro Illa. Ejemplo: su mensaje de que la vacuna es el principio del fin de la pandemia pero, al mismo tiempo, casualmente, hay que mantener las medidas restrictivas, incluso aumentarlas, como está ocurriendo ahora mismo.
Un mensaje tan contradictorio como insoportable para los españoles. Al menos podría dar la alegría de que cuando se consiga esa inmunidad comunitaria a través de la vacuna, suprimiremos las medias liberticidas de restricción. Y, de paso, dar fecha para ello. Pues no: la vacuna que nosotros os hemos conseguido, españoles, es “el principio del fin”. Sin embargo, seguir con el bozal puesto ‘sine die’ y recluidos en nuestra propia burbuja, producto, es verdad, de vuestro pánico a morir por Covid.
El Síndrome Obamacare aplicado a las vacunas Covid: pasarás por mi aro ideológico o serás un inclemente que abandona al débil y provoca muertes
No es de extrañar que en España se haya disparado el consumo de antidepresivos y ansiolíticos. El Gobierno Sánchez y otros gobiernos occidentales han creado al hombre-misántropo, histérico ante el devenir y recluido en sí mismo, que no disfruta de la vida y vive obsesionado por la supervivencia.
Y en la misma línea, ¿ha cifrado usted, señor Illa, como ministro de Sanidad, cuánto está aumentando el consumo de antidepresivos y ansiolíticos en España? No es mal termómetro para comprobar el estado de la nación.
Más mentiras. Nada sabemos sobre el origen de las vacunas que se están empleando porque no nos informan de ello. Sabemos, y nos ha costado saberlo, que la vacuna de Oxford fue la que empleó tejidos de fetos humanos para su elaboración. Sí, ya sé que el Vaticano ha dicho que, al tratarse de líneas celulares producto de nonatos abortados, y siempre que no haya otro camino –los había y los hay, como muestran Pfizer y Moderna- puede ser moralmente aceptable el emplearlos para la vacuna. Pero siempre como mal menor y, en cualquier caso, la Iglesia sigue condenando, no sólo el aborto sino también la utilización de los cuerpos de los abortados como cobayas de laboratorio.
Científicos y expertos varios: con el Covid, os hace falta un poco más de humildad… y mucha modestia
Así, con las vacunas se ha impuesto lo que podríamos llamar El Síndrome Obamacare: pasarás por mi aro ideológico o serás un inclemente que abandona al débil. Recuerden: el Obamacre consistía en que, a cambio de aceptar los fondos públicos para curar al débil, los centros sanitarios beneficiarios debían recetar abortivos de todo tipo y otras ‘terapias’… que atentaban contra su conciencia y contra el derecho a la vida. Ahora lo mismo: si te opones a vacunas fabricadas por métodos espurios -que, además, insisto, no son necesarias porque existen otras que no atentan- eres un peligroso negacionista que atentas contra la salud pública y contra la vida de los demás. Y olé.
Por lo demás, científicos, expertos: con el Covid, un poco más de humildad… y de modestia. Bastaría esto último: un adarme de modestia, porque con el Covid se ha descubierto la poquedad de la ciencia moderna, a la que tanto adorábamos. Se ha descubierto, también, que la ciencia no tiene ni fe ni patria pero los científicos tienen ambas cosas y muchos de ellos carecen de cualquier referencia ética. Se toman su profesión no como un servicio sino como una competición donde no existe lo bueno y lo malo sino sólo lo posible y lo imposible. Es decir como un CEO cualquiera pero encima jugando con el cuerpo y el alma de los demás.
Arriesgarse a morir por una vida plena puede ser una opción a una vida de tortura cobardona, de obsesión por la mera supervivencia
En cualquier caso, hemos comprobado que nuestro héroe moderno, el científico empírico y amoral, encima ha fracasado frente a un virus cuyo origen y funcionamiento seguimos sin conpcer. Nuestros expertos van a tientas mientras nos exigen fe ciega en ellos… y que ni tan siquiera nos leamos el prospecto..
Además, supuesto y no admitido que estas vacunas constituyan la solución definitiva contra el virus chino (curioso, hemos llegado a la vacuna antes que a las terapias) ¿cómo se atreven a que el precio de sus profundos conocimientos sea la anulación del individuo? Porque la premisa sigue en l aire: somos muchos los que pensamos que, para vivir como nos están haciendo vivir, preferimos el virus. Arriesgarse a morir puede ser una opción a una vida de tortura cobardona.