Los últimos románticos traslada a la pantalla una adaptación de la novela homónima escrita por Txani Rodríguez, ganadora del Premio Euskadi de Literatura y una de las novelas más vendidas de los últimos años (editorial Seix Barral). Una obra que, a priori, no era fácil de adaptar puesto que reposa en la figura de Irune y, en concreto en este film, en la actuación meritoria de Miren Gaztañaga al saber encarnar con acierto la complejidad de un personaje interoceptivo, que sólo vive pendiente de su cuerpo ante la falta de sentido de su vida.
Porque la soledad no deseada planea sobre este film que, su director, David Pérez Sañudo, afirma es un retrato generacional de los jóvenes “treinteañeros” que creyeron que tenían muchas perspectivas en su vida y no se cumplieron debido a la crisis económica. Lo hace a través de Irune, una mujer insegura e hipocondriaca que trabaja en una fábrica de su pueblo y se mueve en un reducido círculo de conocidos. Volvió al hogar de su infancia  para cuidar a sus padres y, tras la muerte de estos, es incapaz de dar un portazo y tomar otro rumbo. Quizás por ello se ha hecho amiga de un operador de Renfe que le informa de viajes en tren que nunca toma…
Porque la película trata varios temas de manera minimalista, como la transformación social, la nostalgia de tiempos pasados llenos de esperanza y las relaciones materno filiales. En este caso aborda la violencia doméstica, en la que nadie se quiere involucrar porque opinan que se trata de un asunto privado dado que afecta a una madre y su hijo.
Lo más bello de este relato cinematográfico es cómo narra Pérez Sañudo la relación platónica que Irune tiene con el operador de bonita voz, que la atiende siempre amablemente porque intuye que es un ser solitario que necesita hablar y ser escuchado.  

En la película desconciertan un poco las escenas explícitas de las mamografías que se hace la protagonista que, además de servir para que la sociedad conozca esta prueba preventiva, es un aspecto más para definir al personaje de Irune, una mujer tan centrada en sí misma que está pendiente de su cuerpo y de poco más, al no tener que ocuparse ya de sus padres. 

Para: los que sigan lo que hacen los jóvenes directores del cine español.