Nadie da duros a cuatro pesetas: desconfíe de la inversión que ofrece una rentabilidad sospechosamente elevada.
Mucho se habla estos días de la necesidad de la educación financiera. Especialmente a cuenta de la escandalera que montó una diputada autonómica de Podemos en Castilla y León, doña Lorena González Guerrero, a cuenta de unos libros de texto que explicaban cosas a los niños como el ahorro, la inversión o el trabajo, animándoles dentro de sus posibilidades al mismo, como modo de conseguir algunos ingresos. El primer efecto que tuvieron las declaraciones de la susodicha fue elevar tanto las ventas de dichos libros que terminaron apareciendo entre los más vendidos de Amazon, que es como decir de la Champions League de los bestseller y perdonen los anglicismos.
Realmente no sé si lo que nos ha faltado durante la crisis ha sido educación financiera o simplemente sentido común. Al fin y al cabo, las operaciones financieras que hacemos los particulares en nuestra vida corriente son muy sencillas. Por ejemplo, a veces compramos cosas cuyo precio no se puede pagar con lo que ingresamos regularmente, normalmente mes a mes. En tal caso, solo podemos acometerlo de dos formas: o vamos ahorrando todos los meses un poco hasta que juntamos el precio o, dado que ahora nos frustra tanto tener que retrasar la satisfacción inmediata de nuestros deseos, lo pedimos prestado o pagamos a plazo, en cuyo caso deberemos ahorrar un poco en el futuro para hacer frente a la devolución de la deuda o al vencimiento de los plazos. También podemos hacerlo de un modo mixto: ahorramos previamente una parte del precio y aplazamos el pago de la otra parte. No es difícil de entender. Esto casi diría que se puede enseñar en casa y tiene mucho que ver con la enseñanza del control de los impulsos.
Tal vez lo que ha faltado durante la crisis no es educación financiera, sino sentido común
Enseñar lo que es la inversión es un poco más difícil, pero también podemos trasladar a los niños que, ya que estamos ahorrando y mientras no necesitemos lo ahorrado, podemos dejarle el dinero a otro y que nos pague algo por el favor que le hacemos. Ahora, eso sí, habrá que hacerles ver que si el otro ofrece mucho por el favor a lo mejor es que pretende quedarse con lo que le hemos dado.
Por supuesto que no hay nada malo en enseñar a los niños que el dinero no sale de los cajeros como el agua de las fuentes. Y que si los demás nos entregan sus cosas a cambio de dinero es porque nosotros hemos entregado nuestro esfuerzo a otros a cambio también de dinero.
La elevadísima conflictividad jurídica que hemos visto en los últimos años, y que aún continúa, entre los particulares y las entidades bancarias tiene mucho que ver con esa ausencia de sentido común. Si a usted le pagaban el 16% anual (que ha pasado) cuando por depositar el dinero en el banco solo le daban un 1% o menos, será por algo. ¿O el banco era tonto? ¿O usted pretendía engañar al banco? Y ahí tenemos las miles de demandas por preferentes o productos estructurados que acabaron mal. El infantilismo económico de la gente le hace pensar que si algo no sale como esperaba le han engañado, y que si le han engañado es porque el Estado, o lo ha consentido o no vigila lo suficiente, pero no porque usted no debió invertir en eso si no estaba dispuesto afrontar las consecuencias de sus actos. Algo así como explicarle a un adolescente que, si no está dispuesto a afrontar las consecuencias de un polvo, no lo eche.
Cuando gobiernan, fracasan porque no saben qué hacer en el mundo de los adultos
Y luego estaban los listos que se endeudaban al 0,5% cuando los tipos estaban al 5,5%, pero en yenes, y luego descubren que al principio muy bien pero que luego el tipo de interés del euro bajó y que el yen subió. Podía no haber pasado, pero pasó. Si no les enseñamos a los niños a representarse los futuros posibles creerán que siempre serán como el presente: en casa de papá y mamá, a gastos pagados. Algunos llegan a superar la treintena en esta situación.
Y luego está Podemos y sus confluencias, que son niños que quieren que todos sean niños siempre, porque a los niños se les puede dominar con el miedo y la violencia. Cuando gobiernan, fracasan porque no saben qué hacer en el mundo de los adultos.
Podemos no quiere que a los niños les enseñen economía: les pueden convertir en fascistas
No estoy en contra de la educación financiera. Personalmente creo que la enseñanza media obligatoria (eso que ahora llamamos la ESO) debe contribuir mucho a crear ciudadanos. Individuos que conozcan que, por ejemplo, en España tenemos Congreso y Senado, o que aprendan qué es el Gobierno Central y un municipio. Que entiendan también que el Estado paga algunos de nuestros gastos pero que a diferencia de papá y mamá que todo lo dan gratis, el Estado primero nos cobra unos impuestos. Y un poquito más, tampoco está mal: por qué respetamos la Constitución o la propiedad privada. Pero, en cualquier caso, como creo que pueden ver, una parte muy importante de esa educación sociopolítica y económica es sentido común y son valores que solo se pueden aprender en casa.
Muchos no maduran hasta que tienen hijos, pero como cada vez hay menos gente que los tiene, va a ser difícil que los adultos lleguemos a ser mayoría. Y es que a una diputada le parece aterrador que enseñemos a los niños a pensar como adultos porque cuantos menos, mejor para su confort intelectual.