Este santo italiano, perteneciente a una familia nobilísima, nació precisamente el año en que finalizó el Concilio de Trento, 1563. Militar de profesión, contrajo una enfermedad que los médicos diagnosticaron como lepra. Se quedó solo, por miedo al contagio. Ofreció entonces al Señor dedicarse a Él si sanaba. Poco después de pronunciar su promesa estaba completamente restablecido. Marchó a Nápoles donde se ordenó sacerdote. Y en esta ciudad le ocurrió un hecho sorprendente. Le llegó una carta a su nombre, pero que estaba dirigida a otra persona con su mismo nombre. Por ella se entera de que el sacerdote Adorno quiere fundar una nueva Orden, que compagine la vida activa y la contemplativa. Francisco, con un familiar suyo y con Adorno redactan los estatutos. Se les unen otros clérigos que, por turnos, acompañan día y noche al Santísimo. En los estatutos también está previsto el tiempo dedicado a la oración, un ayuno continuo, continua también la dedicación a los pobres y menesterosos, y un cuarto voto de rechazo de las dignidades eclesiásticas, tan generalmente apetecidas durante el Renacimiento. Sufrió numerosas calumnias y con mucho esfuerzo consiguió fundar su Orden de Clérigos Menores en España. Murió en 1608, con cuarenta y cuatro años y con el convencimiento de que se iba al Cielo.
San Francisco Caracciolo mostró, para todos los tiempos, que la oración y la unión con Dios llevan al amor incondicional al prójimo, especialmente a los más necesitados, que a veces no son los más pobres en bienes materiales.
(Las fuentes principales, que no las únicas, de las que se han tomado los datos para redactar
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Libros: Los clásicos de siglos pasados de Santiago de