"A mí que no me vengan con verdades, lo que yo quiero es que se me adule". La frase, desconozco a su autor, rezuma sinceridad. En el fondo es lo que piden quienes reclaman situar a los sentimientos por encima de todas las cosas, incluido el pensamiento. No está exigiendo sinceridad, sino adulación. Porque supone el vulgo, vaya usted a saber por qué, que todos los sentimientos están animados por una bondad natural, mientras que si de alguien decimos que tiene una mentalidad fría y calculadora, que piensa con la cabeza y no siente con el corazón, estamos describiendo a una especie de monstruo.

 

Sin embargo, todo camino hacia la tiranía comienza con una exaltación de los sentimientos: Ya lo decía Lenin, que de tiranías y homicidios sabía un rato largo: "Fuera de nuestras sensaciones no hay otra verdad ni puede darse". Además, no se engañen, toda condena de la argumentación, toda burla de la razón, toda exaltación de los sentimientos, esconde un solo sentimiento, bastante irracional, por cierto, que podríamos resumir así: "Quiero ser el centro de atención, quiero que me adulen".

 

Las elecciones presidenciales norteamericanas del futuro mes de noviembre enfrentan al sentimentalismo de John Kerry y John Edwards, frente a la fría maquinaria belicista de George Bush. Así nos lo están vendiendo.

 

Por ejemplo, Kerry es uno de esos católicos que ha elegido algo tan sentimental como la religión a la carta. Se empeña en ser católico, abortista y partidario de los matrimonios gays. Está convencido, el hombre al que las encuestas acreditan como futuro presidente de los Estados Unidos, de que se puede bailar en todas las salas y probar de todos los platos, incluso que se puede mezclar el fuego y la gasolina.

 

Es como si nos quejáramos del escaso espíritu pluralista de Zidane, porque todo su buen hacer futbolero lo dedica al Real Madrid, y ni tan siquiera ofrece algún gol, algún pase en profundidad a ningún otro equipo, ni tan siquiera al Barça. Kerry está practicando la política ‘ketchup', algo que ni es tomate ni es… prefiero no pensar lo que es: tomo lo que me gusta y dejo todo lo demás. Lo importante es que uno se siente a gusto.

 

Eso sí, su espíritu ‘ketchup', light, no le impide retar a la Iglesia, y acude a comulgar. Kerry puede pasar a la historia por ser el inventor de la política ‘ketchupo' y el catolicismo ‘ketchup'. Es lo malo de los sentimientos: pueden ser ciertos o falsos, positivos o negativos, creativos o destructivos, pero siempre, siempre, son empecinados.

 

Eulogio López