Solbes anuncia una intervención si fuera necesaria

Solbes dijo el pasado sábado que lamentaría que el plan Bush fracasara. Luego lamenta. En cambio, Rajoy se alegra. Al fin y al cabo él piensa que era un mal plan. D. Mariano señala clara su filosofía: estamos en contra de las intervenciones y de que con el dinero del contribuyente se financien excesos. Así que en el fondo, se congratula de que el dichoso plan no haya despertado la confianza esperada entre los congresistas. Una parte muy importante de los congresistas y de la sociedad americana se mostró contraria a financiar excesos.

Eso sí, Rajoy matiza que en circunstancias excepcionales, pueden ser necesarias soluciones excepcionales. Pero siempre con transparencia sobre las consecuencias, plazos, condiciones, etc. En todo caso, informa que ya se ha puesto el equivalente al 7% del PIB en salvar al sistema financiero y que de haberse aprobado el plan la cifra se habría elevado a un 12%. Mucho para paliar los excesos de algunos.

¿Y en España? Rajoy muestra su confianza en la solvencia del sistema financiero y en la seguridad de los depósitos de los ahorradores. Solbes hace lo mismo: no tengo ninguna duda de que los ahorros no corren ningún peligro. Pero aporta un par de novedades. La primera es que los países europeos trabajaban desde julio de 2007 de manera discreta para evaluar los escenarios y las posibles actuaciones. La segunda es que la Comisión ya ha señalado que los planes de rescate no serán considerados ayudas de Estado. La Comisión se suma a la plutocracia mundial. Con permiso de los congresistas de los Estados Unidos.

Así que Solbes señala que el sistema español se encuentra razonablemente cómodo, en una situación no comparable a la de otros países. Pero, ¿qué ocurriría si la situación se alargara? No lo sé; no existe ninguna decisión tomada sobre nada, sentencia Solbes tras haber afirmado previamente que si fuera necesario, tomaríamos medidas. Una mezcla de incoherencia e imprudencia. Se trata de alertar a las entidades como el Santander que aprovechan el río revuelto para hacer operaciones agresivas y al mismo tiempo tranquilizar a los ahorradores. Una combinación que no siempre resulta compatible.