Considerado un héroe del nacionalismo catalán, el historiador Javier Paredes resalta en uno de sus artículos en Hispanidad, la violencia que acompañó a Luis Companys toda su vida, muy especialmente desde el estallido de la Guerra Civil
Si en Historia las cosas son lo que son, para los políticos corruptos las cosas dejan de ser lo que son, las recrean para convertirlas en coartadas y las justificaciones de sus fechorías, con el único objetivo de mantenerse en el poder. Y esto es lo que está sucediendo con la figura del que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña, Luis Companys… Porque una cosa es lo que dice la historia y otra muy diferente la imagen que de él difunden los políticos separatistas catalanes y sus aliados socialistas y comunistas de Podemos.
Pase que los separatistas catalanes y sus aliados se adentren en el laberinto enloquecedor de la historia manipulada, pero que los demás les secundemos… Eso algunos no lo vamos a hacer ni por todas las amenazas de multas y de cárcel con las que nos quiere hacer callar la liberticida Comisión de la Verdad, que no se sabe si es más estalinista que maoísta, y que descalifica como demócratas a quienes la están promoviendo para que se convierta en ley.
Levantan a Luis Companys sobre un pedestal racista. Porque, naturalmente, en la versión de la historia politizada, Luis Companys es bueno, pero que muy bueno. ¿Y por qué fue tan requetebueno Luis Companys, si no desfizo entuertos como don Quijote? Pues era tan bueno, tan bueno, que ni falta que le hacía desfacer entuertos para demostrar su bondad, ya que ni las virtudes le ascendían ni los defectos le rebajaban, por cuanto toda su excelencia derivaba exclusivamente de que era catalán. Y por eso, la versión nacionalista le descalza, cuando va al encuentro del pelotón de fusilamiento, para morir pisando directamente la tierra catalana.
La verdad histórica de Luis Companys se silencia en beneficio de la exaltación catalanista. Se le hace un monumento con una tierna imagen de la niña del pañuelo, lo que contrasta con la opinión que nos han transmitido quienes le trataron. Miguel Serra y Pamiés, destacado miembro del PSUC, al que el presidente de la Generalidad, Luis Companys, le nombró consejero, dice lo siguiente: “A Luis Companys le daban ataques, se tiraba de los pelos, arrojaba cosas, se quitaba la chaqueta, rasgaba la corbata, se abría la camisa. Este comportamiento era típico”. Por su parte, su correligionario Juan Solé Plá, diputado de Ezquerra Republicana en la Segunda República afirma que Luis Companys “en el fondo es un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones cíclicas; tiene fobias violentas de envidia y de grandeza violenta, arrebatada, seguidas de fobia de miedo, de persecución, de agobio extraordinario y a veces, ridículo […] lloraba y gemía como una mujer engañada”. Pero todas estas carencias eran compatibles con su gran ambición, pues Juan Puig y Ferreter, perteneciente a Ezquerra Republicana y consejero de Asistencia Social de la Generalidad con Companys, lo califica de “intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos de vanidoso y sin escrúpulos para ascender”.
A Luis Companys, le daban ataques, se tiraba de los pelos, arrojaba cosas, se quitaba la chaqueta, rasgaba la corbata, se abría la camisa. Este comportamiento era típico
Y esta falta de escrúpulos es la que le permitió despuntar y darse a conocer en Cataluña por la defensa que hizo de los pistoleros que amedrantaban a la sociedad catalana en los años veinte, lo que la historia manipulada de sus panegiristas traduce como que Luis Companys fue un abogado laboralista.
La violencia acompañó a Luis Companys toda su vida, y muy especialmente al estallar la Guerra Civil. Luis Companys, además de diputado y ministro de Marina durante unos meses, durante la Segunda República, fue presidente de la Generalidad desde diciembre de 1933 hasta el golpe de Estado de octubre de 1934, y desde febrero de 1936 hasta el final de la guerra civil.
El 24 de julio de 1936, mediante un decreto presidencial, creó el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, que asesinó a millares de catalanes. Los cálculos varían de 8.000 a 9.000 asesinatos, entre cuyas victimas había un buen número de periodistas, que trabajaban en medios tan diversos como El Correo, Avui, Terra Ferma, El Matí, Diario de Lérida, La Cruz, Agencia Fabra, El Semanario Católico, El Correo de Lérida, Diario de Comercio de Barcelona, El Correo de Tortosa, el Correo Catalán o el Semanario Católico.
Los estudiosos, además de los periodistas, ofrecen los datos de otros sectores de la sociedad catalana, que fueron víctimas del genocidio de Luis Companys. Entre estas víctimas se cuentan: 16 poetas, 51 funcionarios del Ayuntamiento de Barcelona, 31 nobles, 16 socios del Barça, 199 militares y hasta 99 miembros del propio partido de Luis Companys, Ezquerra Republicana.
Hablando sobre el problema religioso, un mes después de estallar la guerra, él mismo exclamó que este problema no se planteaba siquiera, porque todas las iglesias habían sido destruidas
Pero el mayor número de las víctimas de las que es responsable Luis Companys, fueron perseguidos y asesinados por ser católicos. Y algunos de una manera tan cruel, como ya he contado en otros artículos, como fue el caso de las hermanas de sangre Carmen, Rosa y Magdalena Fradera Ferragutcasas, que las tres profesaron como Misioneras del Corazón de María, a las que desnudaron, las violaron y, a continuación, las penetraron con palos por la vagina y, por último, y como muestra de desprecio a su virginidad consagrada, las introdujeron de un golpe los cañones de sus pistolas hasta la empuñadura, para desgarrarlas las entrañas y acabar apretando el gatillo.
O como Apolonia Lizárraga y Ochoa de Zabalegui, superiora general de las Carmelitas de la Caridad, que fue apresada a primeros de septiembre de 1936 y encerrada en la checa barcelonesa de San Elías, una checa que controlaba el partido de Luis Companys. En esta checa, Apolonia fue sometida a todo tipo de vejaciones y malos tratos, aunque por pocos días. El día 8 de septiembre, el responsable de la checa, apodado 'El Jorobado', junto con otros tres milicianos la sacaron al patio central, donde la desnudaron totalmente. Tras vejarla, la colgaron de un gancho, la aserraron y echaron los trozos de su cuerpo a unos cerdos, que habían sido incautados y que los engordaba allí el responsable de la checa.
Por ofrecer un dato indicativo, decir que de los 5.060 sacerdotes que ejercían su ministerio el 18 de julio de 1936 en las ocho diócesis catalanas -Lérida, Tortosa, Tarragona, Vic, Barcelona, Gerona, Urgell y Solsona- fueron asesinados 1.541, lo que equivale al 30,4% del total.
Y junto al martirio de las personas, el de las cosas. Cuando George Orwell vio la ciudad de Barcelona la describió así en diciembre de 1936 en su libro Homenaje a Cataluña: “casi todas las iglesias habían sido saqueadas y las imágenes quemadas, y algunas de ellas estaban siendo sistemáticamente demolidas por cuadrillas de obreros”.
Pero nadie mejor que Luis Companys para describir la situación. En un libro publicado en Toulouse por Luis Carreras en 1938, se recogen las palabras de Luis Companys de una entrevista realizada en agosto de1936, cuando apenas había transcurrido un mes desde que estallara la guerra civil. Esto es lo que cuenta Luis Carreras en su libro Grandeza cristiana de España. Notas sobre la persecución religiosa: “Abordado en la entrevista el problema religioso, no sin cierto temor por lo delicado, al preguntarle a Companys por la posibilidad de la reapertura del culto católico, contestó vivamente:
-¡Oh, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas!”.