Comunidad de monjas jerónimas del convento de San Pablo de Toledo de 1936 y Jorge López Teulón, postulador de las causas de los mártires de la provincia eclesiástica de Toledo, reconociendo los restos del Beato José Polo Benito
Carmen Calvo, Vicepresidenta del Gobierno, quiere encerrar la Historia en un mazmorra llamada Memoria Democrática. Vano intento el de la socialista de Cabra, porque por miles de veces que ponga los grilletes a la verdad del pasado, siempre habrá historiadores íntegros dispuestos a impedir semejante atropello, aunque por eso tengan que pagar un precio muy alto. No hay muchos, pero conozco a uno y les voy a contar lo que le sucedió, para que sepan hasta dónde se puede llegar.
Atravesaba mi amigo una de las etapas más duras de su vida, sobre todo porque estaba siendo sometido al menosprecio y al ninguneo de los que eran tenidos por los suyos. Y todo porque se atrevía a decir, lo que otros con una mayor obligación moral callaban por cobardía. Por su coherencia estaba pagando el precio más doloroso, porque esa situación afectaba económicamente a su familia, sus hijos la padecían y, por su edad se daban cuenta de lo que sucedía. Tanto que un día a altas horas de la noche, cuando estaba trabajando, se le presentó en la habitación el mayor de sus hijos y le dijo:
—¡Papá, si pensases de otra manera, nos iría mejor a todos nosotros! —A lo que el padre respondió de inmediato con una frase que el chaval no podrá olvidar en toda su vida.
—Pero es que yo no pretendo dejarte una herencia material, sino un patrimonio moral.
Quienes intentan cortar el paso a la verdad, no son conscientes que por coherencia moral e intelectual siempre habrá alguien dispuesto a hablar. Y esto es lo que acaba de suceder, porque ha aparecido en las librerías el segundo tomo de la colección “Testigos de la Guerra Civil Española”, titulado “La profanación de la clausura femenina”, publicado por la editorial San Román.
Salen a luz por primera vez los diarios de cuatro conventos de clausura situados en la zona republicana, en los que se cuenta lo que sucedió durante la persecución religiosa. El libro está anotado por Jorge López Teulón, uno de los mejores conocedores de la persecución religiosa durante la Guerra Civil, pues es postulador de las causas de los mártires de la provincia eclesiástica de Toledo, que abarca toda la región de Castilla La Mancha. En este libro se cuenta lo sucedido en tres conventos de clausura: las carmelitas de Cuerva, las jerónimas de Toledo y las bernardas cistercienses de Talavera de la Reina, y en el de las monjas de la enseñanza del colegio “Compañía de María” también en la Ciudad de la Cerámica. Son historias de persecución. Sin muertes martiriales. Pero a través de los diarios que escribieron, se describe la persecución, la angustia, la disgregación de la comunidad, la cárcel…, que por su condición de religiosas les tocó vivir en los días de la persecución religiosa que asoló la España de los años de la Guerra Civil. Las monjas perseguidas desmienten con sus vidas esa falsedad de que en España la Iglesia era de los ricos, mentira que se ha utilizado por algunos para justificar la persecución religiosa. En los cuatro diarios queda de manifiesto que aquellas mujeres encerradas en la clausura de sus conventos eran la fiel representación de la sociedad de su tiempo. Era una excepción la monja que no pertenecía a una familia humilde de campesinos, con la poca formación que entonces tenían todas las mujeres de aquel tiempo. Pobres e incultas, pero con una categoría espiritual gigantesca y con una fe firme, dispuestas a defender su vocación al precio que fuera.
Las monjas perseguidas desmienten con sus vidas esa falsedad de que en España la Iglesia era de los ricos, mentira que se ha utilizado por algunos para justificar la persecución religiosa durante la Guerra Civil
Tuvieron que soportar todo tipo de maltrato y vejaciones, y fueron especialmente atacadas en su virginidad consagrada; sirvan como muestra los dos párrafos que copiamos a continuación: “El día 4 de agosto empezó a circular la versión que para el día 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen, patrona de este pueblo, habría festejos entre los cuales figuraban una colección de fuegos artificiales, que serían quemados en unión de los santos del convento, y a continuación, el baile que sería inaugurado con las primeras parejas formadas por las monjas. Esta versión llegó a nuestros oídos, dejándonos tan aterradas que solo el pensarlo hoy, nos causa pavor. Pedimos al cielo con toda nuestra alma que pasase de nosotras este amargo cáliz de la Pasión y fuimos escuchadas.
Nos llevaron, pues, a Madrid y en la Estación de las Delicias quedamos detenidas. Nos hicieron pasar a una habitación, separadas, donde unas insolentes muchachas, de unos 16 años, nos registraron minuciosamente. No tuvieron reparo de quitarnos hasta los vestidos. Y no fueron más consideradas con nuestras venerables ancianitas, que sólo al ver su modestia y sus canas infundían respeto”.
Las monjas tuvieron que soportar todo tipo de maltrato y vejaciones, y fueron especialmente atacadas en su virginidad consagrada
En algún momento las amenazaron con violarlas, así lo cuentan ellas de modo delicado, porque donde dicen “casar”, hay que entender “acostar”: “Un señor y viendo nuestras caras de dolor y sufrimiento nos detuvo diciendo:
—No se apuren ustedes, que como ustedes son tan buenas, todo lo bueno lo queremos para nosotros. Así que fulana se puede casar con fulano (señalando ya parejas).
El látigo afectuoso de tan terribles palabras fue lo suficiente para morir de susto. Pero, aunque nuestros rostros pálidos ya de los sufrimientos pasados hablaron muy elocuentemente, diciendo un “¡Jamás!”, a una de las cuatro que éramos, prorrumpiendo en un “¡Antes morir mil veces! Nosotras ya estamos desposadas y no queremos otro esposo que Jesucristo, con quien ya estamos desposadas”. Y cogiendo cada una de nosotras el crucifijo que llevamos en el pecho, gritamos con valor:
—Este es nuestro Esposo y Señor, al que antes daremos la vida que serle infieles.
Otra añadió:
—Antes sacarnos los ojos que consentir tamaño sacrilegio.
El señor, asustado ante la firmeza nuestra, que no creía encontrar, furioso y avergonzado algún tanto, porque no conseguía abatirnos, nos dijo:
—Pues bien, vendrán las camionetas y las llevarán a fusilar.
—No importa, —añadimos— matarnos aquí en el convento, pues no queremos salir de él y seremos dichosas y felices, pues queremos morir con el santo hábito. Sí, ¿qué mayor felicidad puede apetecer una carmelita que dar la vida por su Amado? Ninguna”.
Un día todos los santos que había en nuestro convento fueron trasladados al hospital y hechos astillas, llegando su crueldad a tal punto, que nos fueron entregados a nosotras mismas para que hiciéramos fuego, para que con este combustible ahorrásemos carbón
Y en efecto, llegaron las camionetas para darles el “paseo”, y entonces ellas se comportaron de la siguiente manera:
“Queríamos hacer muchas cosas y veíamos se nos escapa el tiempo para prepararnos dignamente para recibir la palma del martirio. En éxtasis de santo amor a nuestra Reina y Madre del Carmelo, la mirábamos con una confianza imposible de expresar. ¡Qué confianza nos inspiraba aquella figura encantadora, que, a pesar de ser de madera, nos transportaba al cielo! ¡Cuán hermosa es la fe! ¡Qué consuelos proporciona en los momentos difíciles en el corazón creyente! ¡Qué santa, cuán hermosa eres!
Ya íbamos perdiendo la noción de lo que pasaba a nuestro alrededor. Solo se oía el ronroneo del Señor mío Jesucristo, luego el Confiteor Deo. Para reafirmarnos más en nuestra fe religiosa, renovamos la profesión en las manos de la priora, besábamos su santo escapulario y ella nos daba la bendición, entonando seguidamente el Te Deum, Magnificat y el Laudate Dominum omnes gentes, etc., y de este modo, reunidas todas junto a la Sagrada Imagen antes citada, como amparo y refugio nuestro, esperábamos la llegada del verdugo”. Y cuando salvaron la vida en el último instante, en lugar de dar saltos de alegría, se sintieron decepcionadas por no haber sido merecedoras de la palma del martirio.
Y junto al martirio de las personas el martirio de las cosas sagradas, que supuso una gran pérdida del patrimonio cultural a manos de los socialistas, los comunistas y los anarquistas, cuyos sucesores en los partidos de izquierda se presentan en la actualidad como la vanguardia cultural de España.
Como cuentan las monjas, sus perseguidores actuaron con la peor saña, empujados por su sectarismo antirreligioso: “Más, a pesar de nuestra actividad laboriosa, no respetaron nada que pudiera servirnos de alguna mortificación, y un día todos los santos que había en nuestro convento fueron trasladados al hospital y hechos astillas, llegando su crueldad a tal punto, que nos fueron entregados a nosotras mismas para que hiciéramos fuego, para que con este combustible ahorrásemos carbón”.
En definitiva, la publicación de este libro es toda una aportación histórica para conocer la verdad de lo sucedido durante la persecución religiosa de la Guerra Civil Española y un ejemplo para nuestras vidas, como dice Jorge López Teulón en el prólogo: “El celo, la santidad, la firmeza en la entrega y el amor esponsalicio a Jesucristo que demuestran cada una de las monjas, protagonistas de estas páginas, y que arrostraron la posibilidad de morir mártires, sigue siendo fuego vivo para las religiosas que actualmente moran en esos monasterios. Y para nosotros son espejo en el que contemplar que el único camino es tomar la cruz, para que, negándonos a nosotros, vivamos, caminemos tras nuestro Señor Jesucristo hasta el Paraíso”.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Conytemporánea de la Universidad de Alcalá.