Tengas juicios y los ganes. El expresidente de la Comunidad valenciana por el PP, Francisco Camps, ha sufrido entre 2011 y 2024, nada menos que diez procesos judiciales, en todos ellos acusado de corrupción. Ha resultado absuelto en todos y cada uno de ellos. Pero antes ya había dimitido de su cargo de presidente de Valencia -por higiene democrática, que diría El País- y era tratado por toda España como el ejemplar más corrupto de la política patria, un sujeto que olía fatal, del que convenía mantenerse alejado.

Oiga y eso no quiere decir que los jueces nunca se equivoquen, tanto cuando sentencian inocente o cuando sentencian culpable. Pero ocurre que les hemos dejado a ellos el monopolio de la verdad. Una cosa es verdad o mentira cuando un juez dice, un sujeto es culpable o inocente, que lo es. Así de estúpidos somos. 

Pero el caso es que los jueces, diez en concreto, han dicho que era inocente de todos los cargos por los que ya le dimos por culpable. 

Y ahora viene la pregunta: ¿seguro que no estamos cayendo en el puritanismo, puritanismo interesado? ¿No estaremos exagerando un muchito con la cosa de la higiene democrática? 

Además, las acusaciones de corrupción, ciertas o falsas siempre son interesadas por lo que exigen, en justicia decidir, tanto sobre su naturaleza como sobre su grado. 

En cualquier caso, a Camps le hemos destrozado la vida. Ahora, ¿quién le resarce del daño?