Aitor Esteban, presidente del Grupo parlamentario vasco y ahora presidente del PNV, se despidió del Congreso de los Diputados y a punto estuvo de echar una lagrimita pero hubiera sido lágrima de cocodrilo.

No albergo ninguna simpatía por este personaje, mas inteligente que educado más zafio que noble. Ya demostró su mala crianza -vulgo mala leche- cuando, durante un debate televisivo, hace ya un lustro, se negó a coger la mano que le tendía Iván Espinosa de los Monteros, así como cuando se mofó de Núñez Feijóo cuando éste le propuso un acuerdo. Es lo que Ortega y Gasset llamó la soberbia vasca: cuando te tiende la mano no sólo no la tomas sino que la escupes. 

En su despedida, Esteban ignoró el asunto del debate y se dedicó a sí mismo, recibiendo los parabienes entusiastas de la izquierda. Lógico, el PNV ha seguido la senda marcada por su historia del último siglo, cuando dejó de ser un partido cristiano para convertirse en partido progre de derechas. Y ya durante la II República había sido el partido que no dudó en aceptar ministerios en gobiernos de izquierda, esos gobiernos que alentaban las matanzas de católicos, clérigos y laicos, a los que el PNV manifestaba su clericalón respeto teórico. 

En cualquier caso, digo, Esteban terminó su despedida con un ‘Gora Euskadi Askatuta’ (Viva Euskadi libre), según él, el resumen de su ideario político. 

¿Libre de quién? De España. Ahora bien, si Esteban, como casi todos en el PNV, no quiere saber nada con España. ¿Qué pinta durante mande 20 años legislando, es decir, dando órdenes, a castellanos, andaluces, gallegos, aragoneses, manchegos, a todos los españoles?

Porque las leyes que el congreso elabora, y el PNV ha votado 'sí' a todas las normas más infames aprobada en el legislativo, son de obligado cumplimiento para todos los españoles, no sólo para los vascos. 

¿Qué pinta 20 años en el Congreso español un señor que no se siente español y cobrando de todos los españoles?

Márchese en buena hora del Congreso, aunque me temo que será sustituido por alguien parecido a él, que continuará secundando a Pedro Sanchez, un señor a quien el país importa poco y le basta con que los cinco diputados del PNV voten en su favor y le mantengan en la poltrona de Moncloa.