El salvaje atentado terrorista de Hamas, del pasado 7 de octubre, ya ha generado una guerra en cuatro frentes: Gaza, Líbano, Yemen y todo el Creciente Fértil
Lo que ha ocurrido es lo siguiente: los hutíes, desde la punta suroeste de la península arábiga, desde Yemen, a casi 2.000 km de distancia, han lanzado misiles contra Tel Aviv. Entonces Israel ha bombardeado Yemen y los hutíes, para demostrar que son muy valientes, han vuelto a lanzar cohetes contra Israel. Cohetes que les facilita Irán, naturalmente.
No se me pierdan, porque esto significa que el salvaje atentado terrorista de Hamas, del pasado 7 de octubre, ya ha generado una guerra en cuatro frentes: Gaza, Líbano, Yemen y todo el Creciente Fértil. Ya sólo falta que entre en danza Turquía, con el venenoso amigo de Sánchez, Recep Erdogan, y al otro lado Iran, Afganistán y Paquistán dos cunas del fanatismo islámico y una de ellas potencia nuclear. Si algo se parece a una guerra mundial debe ser eso.
Verán, si algo desean los judíos es llegar a un entendimiento con el mundo árabe. No porque sean muy buenos aunque, desde luego, no son tan fanáticos como los musulmanes. No, los judíos quieren llegar a la paz porque saben que, para los musulmanes, la guerra es un cuestión de familia y que, por lo tanto, ellos ganarán todos los combates a los árabes pero nunca terminará la guerra. Además, con el coste añadido de matar a muchos civiles y a niños musulmanes, siempre inocentes.
Insisto: para los árabes la guerra es una cuestión de familia: primero golpean y luego se esconden tras sus mujeres y niños. Además, cuando se convierten en un potencia, cuando ya no pueden jugar a terrorismo, sino terrorismo de Estado, los musulmanes continúan utilizando la técnica de que sea un segundo, en mi nombre, quien golpee.
Como dijo un líder de Hamas: la muerte de sus propios hijos son "sacrificios necesarios". ¡Toma ya!
Luego está el problema del fanatismo ramificado. Recuerden: ahora mismo, Irán, capitán chiíta del fanatismo islámico (el otro fanatismo, no menos temible, es el sunita, que comanda Arabia saudí) ataca a Israel por tres vías (a lo que habría que añadir una cuarta, la ya sabida de Hamas, a quien apoya, mismamente el más que retorcido inversor en Occidente, Qatar): directamente, con envío de misiles por encima de sus colonias Iraq y Siria hasta Israel, a través de Hezbolá, desde El Líbano (donde los que más sufren no son ni los musulmanes ni los judíos sino los cristianos) y, por último, ahora, los hutíes, desde el otro lado de la enorme y desértica península arábiga... pero que también actúan a las órdenes de Teherán.
En definitiva, decimos en España que Israel se está pasando. Seguro que sí, lo que me pregunto es ¿cómo se combate el fanatismo islámico sin pasarse?