Todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un hombre feminista. Y con las flatulencias éticas de Iñigo Errejón han resurgido sus compañeros feministas y feministos para iniciar la caza del hombre. Es decir, que ha llegado la hora en que todo hombre de bien, tapándose la nariz, defienda a Errejón. 

No se alarmen por la propuesta. Si consientes la caza del hombre, aunque sea de un personaje tan deplorable, estás hiriendo a toda la humanidad. Y ojo: el ensañamiento feminista es tan malicioso como histérico.

Solo tenían que escuchar a las tres representantes de Más Madrid-Sumar-Podemos que el pasado lunes, en una rueda de prensa para no olvidar jamas, hicieron leña del árbol caído, su exquerido compañero, de izquierdas de toda la vida, don Íñigo. A la cabeza, la ministra de sanidad, Mónica García, acompañada de otra de las grandes verduleras de la izquierda española: Rita Maestre, quien nos explicó que cuando estaba con don Iñigo le parecía "un buen novio". Al parecer, doña Rita no es una experta en varones, porque resultó que no era tan buen novio. 

Al tiempo surgen los feministos: por ejemplo don Pablo Iglesias, quien ha calificado a su ex-querido ex-compañero don Iñigo como "siniestro". Si ya sé que no lo ha llamado siniestro sino que has dicho que ha terminado de una forma siniestra… O sea, que sí que le ha llamado siniestro pero como lo hacen los buenos camaradas: las bofetadas a la derecha, siempre mirando hacia la izquierda. 

Don Pablo pretende regresar a la política de donde le echó Isabel Ayuso sobre el cadáver de Íñigo Errejón que, si bien no le venció en las urnas, sí supo ser más listo que él y quedarse en el cargo sin esperar a que las masas le reclamaran. No sabía don Pablo que las masas pueden aplaudirte pero nunca amarte.

Iglesias y Errejón pertenecen al mismo estrado de catadura moral pero con una ventaja de Íñigo sobre Pablo: éste es mucho más soberbio que aquel. Así que ahora me toca defender a Errejón. Porque la caza del hombre desatada contra él, además injusta, desata la estulticia feminista, que además de estúpida es cruel e injusta. Hay que detener el ensañamiento feminista y feministo contra el cantamañanas de Errejón. Hay que aprender de su hipocresía pero no hacer caso de los líderes y lideresas que, con la misma hipocresía que Errejón, han decidido fusilarle. 

En otras palabras: ¡Salvemos al cochino de Errejón del Aquelarre de las cochinas y cochinos de sus camaradas y camarados! (Son tan golfos ellos como ellas)... por la cuenta que nos trae y en pro de una mera justicia distributiva. Porque no debemos olvidar que en estas historias