Menos mal que vivimos un momento ferroviario histórico: "Repito, histórico". De otra manera empezaría a preocuparme

Caos en la red ferroviaria madrileña. Trenes parados, miles de viajeros que no han podido tomar el tren o que se han quedado encerrados en su vagón durante horas. 

De entrada, Renfe y ADIF aseguran que ellos no tienen la culpa, que ha sido la policía la que les ha pedido que corten el suministro eléctrico de toda la estación de Atocha porque había un suicida que quería tirarse a las vías. 

A ver si lo he entendido: un chiflado quiere suicidarse y para evitarlo, cortas la energía y paralizas todo el tráfico ferroviario de Madrid. ¿Y no sería más fácil haber llegado hasta él y darle un calmante o sencillamente hacer un corte selectivo de energía y durante unos pocos minutos?

Miren por dónde, también nos enteramos de que un tren ha descarrilado en ese nudo de problemas en el que se ha convertido el túnel que une las estaciones de Chamartín y Atocha. Pero la insistencia en unir lo uno con lo otro y en hacer más responsable al suicida que al descarrilamiento resultó sospechosa desde el primer momento. Porque, claro, un descarrilamiento es achacable a la Dirección, en la cúspide de la cual se encuentra ese desastre con patas que es el señor ministro. Por contra, si se trata de un suicida ya resulta algo más difícil salvo que, claro está, el susodicho tuviera como hobby escuchar todas las declaraciones de nuestro Óscar, en cuyo caso sus intentos de suicido estarían plenamente justificados. 

Pero claro, lo del suicidio colaba mal. Así que, al día siguiente, el señor puente, que no por ello interrumpió su agenda y estaba en una fiesta socialista, aseguró que le parecía muy extraño eso del descarrilamiento y que oba a abrir una investigación, No sob sí mismo, sino sobre el descarrilamiento. Solo le faltó asegurar que sospechaba de algún sabotaje, posiblemente del PP o de Vox. El nombre de Ayuso le vino a la cabeza peor no llegó a pronunciarlo.

¿Qué quieren que les diga? Sí, es cierto que en tantos años de democracia probablemente no haya habido un ministro tan inútil, y a la vez tan faltón, como Óscar Puente Santiago, pero hay que reconocerle sus méritos: yo lo reconozco a don Óscar una capacidad inigualable para producir tinta de calamar con la que ocultar sus meteduras de pata. Y eso sí, con una caradura sin igual. Para él, Dimitir es un nombre ruso.