Carnaval siempre me ha parecido una fiesta idiota. Camino por la ciudad de Pamplona y contemplo la viva imagen de la sociedad real: jóvenes disfrazados de zombies y ‘jóvenas’ disfrazadas de prostitutas. Es fácil deducir por qué razón toda fiesta cristófoba ¡-y lo único que el Carnaval actual mantiene de su origen es la cristofobia!- acaba en gusto por la muerte amarga y por el sexo gélido, la combinación -sexo y muerte- más hortera inventada por el hombre. Ni tan siquiera conservamos a carnestolendas, origen de la cuadragésima, porque la clave de la Cuaresma es el ayuno penitencial y, en ese ambiente, la carne, principal aportación proteica de la alimentación humana, era suprimida para sufrir un pelín y de esta forma corredimir con Cristo el pecado del hombre.

Así, los cachondos de nuestros ancestros católicos rendían honores a la carne -otro don de Dios, algo bueno, no malo- con el entierro de la sardina, el martes previo al Miércoles de Ceniza, antes de meterse -nuestros abuelos se tomaban en serio el ayuno- de lleno en Cuaresma.

Ayunar siempre es duro, lo haga el cristiano por co-redimir o lo haga el presumido y la presumida para mantener una buena figura. Pero lo primero tiene origen y lógica, lo segundo sólo tiene necedad y vanidad mundanas.

El Carnaval se ha vuelto blasfemo, tan sólo una forma más de ofender a Cristo. Pero, aún antes que eso, el Carnaval se ha vuelto hortera y cobarde. De ahí el disfraz, que siempre ha sido garantía de impunidad.

De la antigua fiesta pre-cuaresmal, que negando el ayuno en la víspera mostraba reverencia hacia la redención del hombre por Dios, sólo nos quedan las chirigotas de Cádiz, que algo de ingenio muestran, y poco más.

Más nos valdría recordar las prácticas cuaresmales de oración, ayuno y limosna.

La Iglesia actual, ante una sociedad blandita, de azúcar cande, ha reducido el ayuno cuaresmal a dos días al año de ayuno suave, el Miércoles de Ceniza, este año 14 de febrero, que coincide con San Valentín -otro santo recio, horterizado por la sociedad actual- y el Viernes Santo, que este año recae en 29 de marzo. Y el ayuno, esos dos días, es ultra-suave, para blandengues: desayunar algo menos de lo normal, comer normal -salvo carne. claro está- y cenar algo menos de lo normal. Y el ayuno sólo para los que tienen 18 años y menos de 60. Cualquier señora bien -o señor bien, que cada día abundan más en este reblandecimiento de la masculinidad- se esfuerza mucho más sólo para estar más guapo o guapa, que este mini-ayuno que la Iglesia de Roma exige a sus fieles en Cuaresma.

Por lo demás, el espíritu de esta mini-ofrenda sigue siendo el mismo: penitencia. Lo de ayuno, limosna y oración está directamente relacionado con el hábito de acercarse al confesionario en Cuaresma.

No es esto un llamamiento al ayuno, aunque bien podría serlo, n tan siquiera es un llamamiento a vivir el espíritu de compunción en Cuaresma, aunque podría serlo. Sólo es un llamamiento a no caer en la horterada en que se ha convertido el Carnaval, una especie de segundo Halloween, otra fiesta de la desesperación, en un mundo hortera que teme la muerte y sólo sabe conjugarla con el alucinógeno de la desesperación o con la alienación del sexo.

¿Carnaval? Fiesta idiota y hortera.