Sr. Director:

Hay que intentar ser razonables en nuestros juicios, especialmente cuando estos nos lleven a evaluar la conducta interesada de los políticos que, casi siempre, responden a maniobras partidistas egoistas, sin importarles nada la honestidad ni el buen hacer del pueblo. 

No hay duda de que en otros tiempos existía la pena de muerte sobre el pueblo y aún todavía se mantiene en muchos paises. Para decidir a quien se aplicaba esta pena, estaban los gobernantes y los gobernados no tenían potestad para negarse a acatar semejante pena. Tal vez alguno se escandalice cuando le diga que en España se mantiene la pena de muerte y a un nivel mucho más elevado que el que existía durante el mandato de Franco.

Si consideramos la idea cierta de que la vida humana es sagrada, desde la concepción hasta la muerte natural, sólo nos queda evaluar cuándo se produce la concepción de un ser humano y cuándo la muerte natural. No por no haber nacido aún, la persona deja de ser digna para que respeten su vida. En la Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco afirmaba “sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas”. Todos nos escandalizamos, con razón, cuando, por causa de una guerra, mueren gran cantidad de personas y acusamos de asesino al promotor de la misma. Pues en España, sin estar en guerra, algunas madres condenan a muerte a su propio hijo con el aborto y, de esta forma, hay más muertes que en cualquier guerra que consideres. Naturalmente son los gobernantes quienes deciden que se puedan matar esos seres humanos. Seamos razonables y pensemos “Ningún niño es un error”.